La bomba atómica española, de Roberto Muñoz Bolaños

El origen del Proyecto Islero, que de haberse concluido con éxito, hubiera convertido a España en miembro del club más selecto del mundo y le hubiera dotado de un poder de disuasión total en su área de interés geoestratégico –el eje Baleares/Estrecho de Gibraltar/Canarias–, puede fijarse el 22 de octubre de 1951, cuando, mediante el Decreto-Ley de esa fecha, se crea la Junta de Energía Nuclear (JEN), cuya función era actuar como “centro de investigación, como órgano asesor del Gobierno, como instituto encargado de los problemas de seguridad y protección, contra el peligro de las radiaciones ionizantes y como impulsora del desarrollo industrial, relacionado con las aplicaciones de la energía nuclear”. Su primer presidente, desde 1951 hasta 1955, sería el teniente general Juan Vigón Suerodíaz.

Cuatro años después, en julio de 1955, España firmó con Estados Unidos un acuerdo de cooperación nuclear al amparo del programa Átomos para la paz. Estas ayudas permitieron que el 27 de diciembre de 1958, el general Franco, acompañado del ministro de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, inaugurase el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón en las instalaciones construidas en la Ciudad Universitaria de Madrid.

Desde el primer momento y a semejanza de la JEN y otros organismos del Estado, las Fuerzas Armadas tuvieron un papel directivo en el nuevo centro. Pero inicialmente, ni éste ni la JEN tuvieron carácter militar. Todo cambiaría como consecuencia de un acontecimiento en nuestra área estratégica: la independencia de Marruecos en 1956.

Inmediatamente, el nuevo país, mostró una gran agresividad hacia los territorios españoles en África, cuya primera manifestación fue la crisis de Ifni (1957-1958), durante la cual, Estados Unidos –cuya presencia en este país africano era muy fuerte desde que sus tropas desembarcaron en el mismo en 1942, y que era el principal baluarte de la Central Intelligence Agency (CIA) en el Magreb– prohibieron a las Fuerzas Armadas españolas utilizar el material de guerra cedido en virtud de los acuerdos de 1953.

Para el general Franco y su Gobierno –especialmente el capitán general Agustín Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno, y Carrero Blanco, hombre fuerte del régimen–, la bomba atómica se convirtió a partir de ese momento en una necesidad, no sólo para potenciar el papel de España en el sur de Europa y el Mediterráneo, y reforzar su papel internacional, sino sobre todo para disuadir a Marruecos de que atacase los territorios españoles fuera de la Península, ya que sabían que, en caso de que estallase un conflicto con el país norteafricano, no podrían contar con la ayuda norteamericana, y para presionar a Gran Bretaña en el problema del peñón de Gibraltar.


Este texto pertenece al artículo EL PROYECTO ISLERO. LA BOMBA ATÓMICA ESPAÑOLA, del historiador Roberto Muñoz Bolaños. Puedes leerlo completo en donde se publicó, en Anatomía de la Historia, concretamente en ESTE ENLACE.

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