Hoy no es extraño que al evento cardinal revolución, propio de la Historia tradicional, se le contraponga el trauma, propio de la memoria histórica, y así se acaba por enfrentar a la comprensión que adorna a la disciplina de la Historia con la identificación que se inscribe como un sello en la memoria histórica, la cual obedece, en palabras de Benigno, a “un súbito proceso emotivo de reconocimiento” (atención, proceso súbito, no el meditado y estructurado acto de re-conocimiento que ya vimos cómo interpretaba el propio historiador italiano). La memoria histórica sería, así, una “narración trágica, centrada en el sufrimiento, de carácter sacro, litúrgico.” A la memoria histórica ni siquiera la ve utilidad el historiador italiano (nosotros sí, luego lo matizamos), pues la considera repetición, no catarsis, ya que para él “desemboca en la redención de la tragedia reviviéndola pero no por ello superándola.”
Existe una escuela historiográfica que comete el error de
querer sustituir la Historia de los vencedores con la Historia de los vencidos.
Pues algo así podríamos decir de la prevalencia de las denominadas políticas
de la memoria basadas en el uso y abuso de la memoria histórica.

Una puntualización, es evidente que la memoria individual no
es la Historia, pero también es cierto que el
historiador recurre a las memorias individuales, a las que tiene por
subjetivas pero no por falsas en sí mismas a
priori, y las confronta entre sí, y con otras fuentes, para establecer los
hechos históricos. Pero, eso sí, la Historia contribuye a controlar la memoria histórica, pues, como dice el historiador
español Marc Baldó Lacomba, es una
“herramienta crítica contra el mitólogo, el distorsionador del pasado, el que
‘no recuerda’ y el que ‘no quiere recordarlo’ (lo ‘echa al olvido’)”. Y esa es
una de las funciones cívicas de nuestra disciplina.
Sobre todo esto, sobre la memoria y la Historia, Ernst Nolte, el polémico historiador y
filósofo alemán fallecido en 2016, tiene algo que decir cuando nos habla de los
periodos históricos que “se niegan” a transformarse en Historia “verdaderamente
desinteresada” y se empeñan en ser
una Historia “anormal”. Es “el pasado
que no quiere pasar”. Algo que está relacionado con las experiencias
traumáticas sufridas por las sociedades civiles, por las naciones. La Guerra
Civil del siglo XX que sufrió mi país en la década de los años 30, sin ir más
lejos.
Este texto pertenece a mi artículo "A propósito de la memoria histórica", publicado en Periodistas en Español, que puedes leer AQUÍ COMPLETO, y que formará parte de mi libro Para esto es para lo que sirve la Historia.
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