Fue sí la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas un desmadejado asalto a
los cielos que no acabó en el final de la Historia, si acaso en la derrota del
olor a perfume y santidad de las revoluciones de los derrotados, una nueva
manera de mostrarnos la fuerza irreductible del pasado y lo poco que pueden
hacer (bien) los humanos para desviar su curso inexorable hacia el vacío, un
recorrido que es incapaz de demostrar aquello de que lo que importa es el
viaje. El pasado que ya no existe es cada vez más un presente al que no se le
termina de ver un futuro que nunca llega.
Un fantasma recorrió Europa. Un fantasma que se manifestó
intolerante, totalitario, brutal, irracional, enorme, secuestrador de la razón
que lo alumbró. Un fantasma que convirtió una hermosa palabra, comunismo, en
una palabra dolorosa, vertebradora del mundo, amada y odiada con el vértigo de
las tormentas imaginarias. Un fantasma que sucumbió hasta desvanecerse en los
restos eurocomunistas de los herederos perplejos de una ideología manchada de
sangre y traicionada por la realidad del socialismo real, por el estalinismo
victorioso y por el estalinismo camuflado que miró tanto al mundo oblicuo del
capitalismo que quedó hipnotizado por la furia juvenil del rocanrol y la
vitalidad del Estado del bienestar del otro lado del Muro.
De la Revolución Rusa y su octubre, que fue en noviembre, nació una
revolución que quiso ser comunismo más electricidad y se quedó en relámpago
ardiente hendido por el trueno de la organización policial del Estado
acobardado y receloso de los bolcheviques, incapaces de instaurar el drama de
la democracia. Aunque de democracia popular inundaron el acervo de los
comunistas mundiales que por doquier se levantaron en armas allí donde las
dictaduras anticomunistas brotaban, al hilo de la Guerra Fría, de los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial y de los comunistas que quisieron perpetuar
el sueño revolucionario en los países donde la democracia liberal, a la que los
prosoviéticos llamarían democracia formal, ejercía el dominio participativo en
la cosa pública.
La URSS, la Sovietsky Soyuz, la
Unión, la Soyuz, no nació en 1917, en medio de la Primera Guerra Mundial, pero
casi, la URSS no llegó a cumplir 70 años,
aunque en realidad los superó, y si surgió oficialmente en 1922 desapareció de
la realidad en 1991 dejando tras de sí la estela del Bloque del Este, del mundo
comunista y del centralismo
marxista-leninista fundamentado en la delación y en un mercado
desabastecido contrario eso sí a los principios terribles del capitalismo sin
protección. De un diciembre de la década de los 20 del siglo XX hasta un
diciembre de la de los 90 de la misma centuria: inauguraste el mundo de los
estados donde aplicar los principios del socialismo, los principios que querían
un feliz final, comunista, que nunca llegó salvo al vocabulario y al uso común,
incorrecto de tu categoría social y política.
En su bandera, la hoz y el martillo y la estrella dorados en el extremo superior
izquierdo sobre el rojo color rojo que fue más rojo que nunca antes lo fuera en
aquellos tiempos de la república socialista soviética de Armenia y de la
república socialista soviética de Azerbaiyán y de la república socialista
soviética de Bielorrusia y de la república socialista soviética de Estonia y de
la república socialista soviética de Georgia y de la república socialista
soviética de Kazajistán y de la república socialista soviética de Kirguistán y
de la república socialista soviética de Letonia y de la república socialista
soviética de Lituania y de la de la república socialista soviética de Moldavia
y de la república socialista soviética de Rusia y de la república socialista
soviética de Tayikistán y de la república socialista soviética de Turkmenistán
y de la república socialista soviética de Ucrania y de la república socialista
soviética de Uzbekistán.
Extracto de Sin noticias de la Unión Soviética (publicado en Nueva Tribuna en diciembre de 2016)
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