Un lugar donde quedarse



Me vine a vivir a la plaza de la Beata María Ana de Jesús recién nacido. Era el año 1963. Se acercaban los 25 Años de Paz que serían de tanta vanagloria en lo que ya era el segundo franquismo. Nací, digamos, en ella, en la plaza de la Beata María Ana de Jesús. Y regresé a ese portal número 9, tan cercano a la boca de metro homónima de la estación de Legazpi, con unos 5 años, o así, pero en esa ocasión para habitar la casa de la puerta 6 del piso segundo, en lugar de la casa de la puerta 6 del cuarto, donde había vivido mis primeros dos años de vida, más o menos. Creo. Tengo que consultarle a mi padre. 

Mi madre ya no puede recordarlo, pero él, Ricardo, sí. Dejo a mi memoria en paz y sigo. Salí a los 33 años de esa casa en la plaza de la Beata para casarme por primera vez con la amiga de la hermana de Quique y no regresé a esa casa de la puerta 6 del segundo piso del número 9 de la plaza hasta que me divorcié en el año 2010, o mejor dicho, cuando me separé camino del divorcio. En julio de este año, hace pocos meses, volví a dejar la casa donde aún vive mi padre y vive su mujer, mi madre, Adelaida, para irme a la avenida de los Gigantes, a los pies de la Sierra madrileña, al llamado paseo de Belmás, donde se recuerda en su nombre a un arquitecto español del siglo XX que fue senador y murió en Collado Villalba y por eso da nombre a una de sus vías, para vivir con quien ha tendido su oro en mi alma. 

En este año 2016 en que he cumplido 53 años, en este mes de octubre que no se atreve a ser otoño o lo es a la manera madrileña de ser otoño, acabamos ella y yo de empezar a construir el hogar para toda la vida en esa misma plaza de la Beata María Ana de Jesús, en su portal 14, en la casa de la puerta centro derecha del quinto piso, en el mismo edificio donde vivió mi amigo Mariano, el de los Plátanos, a quien fuimos una vez a buscar a esa casa suya del portal 14 varios amigos y él nos recibió apestando a tabaco, en bata, con barba de varios días, angustiado porque estaba estudiando para la Selectividad, y donde vivía la modista amiga de mi madre y yo leí tebeos mientras esperaba a Adelaida que todavía era la Jose y por supuesto seguía siendo Cuca

Beata madrileña del siglo XVII, camino de ser santa y todavía siglos después de tu muerte incorrupta y fragrante, monja mercedaria querida por los Austrias y por aquel antiguo pueblo de Madriz inculto y fascinado por tu milagrería para pobres. Copatrona de Madrid, en tu plaza bombardeada en la Guerra Civil, recién construida, y restaurada en las puertas de la dictadura del general Franco, se te conmemora y en tu plaza nací, crecí y amo y puedo declamar que una casa no es un hogar, ni el fuego sirve siempre para ser fuego; dices adiós una mañana y la ola se muere en su playa, dices hola bajo el sol y nace una patria; una casa no es un latido ni el pulso se detiene por un temblor, a ella se llega sobre el agua, ella se acerca a tu alma azul desde la edad de oro, desde la esquina donde renació; ahora ese hogar regresa a mi plaza invitado por mis sueños. Plaza de la Beata María Ana de Jesús, barrio de la Chopera, distrito de Arganzuela, Madriz. Universal y tan mía. Plaza de Marga.

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