La memoria y la Historia son dos monstruos

“La memoria es un monstruo: olvidas; ella no. Sencillamente lo archiva todo; lo conserva todo para ti, o te lo oculta. La memoria evoca recuerdos por voluntad propia. Imaginas que tienes memoria, ¡pero la memoria te tiene a ti!”

Así habla el protagonista de una de las siempre fascinantes novelas del escritor estadounidense John Irving, Personas como yo (In One Person, 2012); o mejor dicho, así reza el texto de una novela escrita por ese personaje irvingniano, Billy Dean, que es también y ese es su nombre con el que firma sus propias novelas, William Abbott. Algo debe de haber en el citado párrafo que sea propio, personal, del autor de New Hampshire, del creador de uno de los seres humanos salidos de los libros más real de cuantos jamás nadie haya pensado y trasladado a la realidad de una novela, Wilbur Larch, el doctor de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (The Cider House Rules, 1985). Algo de Irving y algo de cuantos consideramos que sí, la memoria es un monstruo que nos posee, que hace con nuestra capacidad de análisis lo que le viene en gana… Si nos dejamos.
Me atrevo como historiador, como ciudadano, a parafrasear el texto de Irving-Abbott para decir lo que yo considero que es la Historia. La disciplina que estudia los hechos del pasado, no los hechos del pasado, ojo.
“La Historia es un monstruo: olvidas; ella no. Sencillamente lo archiva todo; lo conserva todo para ti. Nunca te lo oculta. La Historia evoca la realidad a voluntad del historiador, que ha aprendido el oficio de conocer e interpretar y dar a conocer el pasado. Sabemos que la Historia no nos posee, pero tampoco nosotros somos sus dueños.”
Como aproximadamente ya escribí cuando presentaba la revista digital Anatomía de la Historia:

La Historia es un género narrativo que, a diferencia de la ficción, persigue objetivos científicos.

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