
Y democracia es lo que se supone
que empleamos los españoles para reelegir a
quienes la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles seguramente detesten
o, cuanto menos, consideren incapacitados para gobernarnos ante su estrecha
relación con los procesamientos judiciales y con el derribo innecesario del
Estado de bienestar. Y ya es curioso que se elija para gobernar el Estado a
quienes más opciones tienen de adelgazarlo de entre las propuestas partidistas
con posibilidades de victoria electoral. Pero ese es otro cantar (y ya sabemos
que a veces, algunas veces el cantor tiene razón).
Se suele diferenciar entre la democracia formal y la ideal, pero
claro al final sólo existe lo real, lo cierto, y lo cierto es que no conozco ni
un solo país donde no funcione otra democracia que la democracia formal,
aquella en la que las formas y el protocolo dominan sobre la aparente esencia
de la democracia, que es el voto no mediatizado de todos los ciudadanos libres.
Hay distintos niveles dentro de esa democracia formal (recordad Corea, del
Norte, digo), claro está, y no parece que en España la mediatización del voto
sea tal que podamos considerar que los españoles no son capaces de decidir con
libertad de entre las posibilidades que el mercado electoral les presenta una y
otra vez.
Con las (muchas) últimas elecciones
generales españolAs tuvimos una dosis de democracia muy grande. Demasiada democracia para un país de
países donde las voces excluyentes de los mesadores de cabellos profesionales,
de los emigrantes que nunca se van, se hacen escuchar con sus grititos
hipócritas de vencedores morales permanentes, de generadores de desprecio
ambulante profesionales.
Demasiada democracia para quienes tal vez sean los
herederos de quienes se apropiaron de la palabra democracia para defender el
asedio, que no fracaso, ojo, de la Segunda República española, cuando en
realidad ellos mismos eran todo lo contrario a lo que se supone que es un
demócrata: un tipo que acepta las normas de un juego antes, durante… y después
de cada partido.
Bienvenidos a este país de países
del que resulta difícil sentirse orgulloso. Pero no imposible. No olvidemos que
quienes no votan nuestras opciones políticas son aquellos con quienes nos
juntamos en los bares, pasean nuestras calles y compran nuestros libros o se
suben en nuestros taxis o enseñan a nuestros hijos o nos venden seguros o…
Democracia es la palabra y sufragio universal sus apellidos.
Por cierto:
ay, demócratas sin democracia
cómo despreciáis a los que no son
como vosotros
tan listos, tan cultos, tan sutiles
con vuestra boca siempre llena de
democracia
no entiendo vuestra pose fetén y
vanguardista
o sí, sí la entiendo
porque eso es lo que sois
elitistas autoproclamados elite
campeones de la vigilancia desde
vuestra atalaya
rodeados de pueblo pero sin gente
demócratas ignorantes
sólo sabéis que sólo lo vuestro es
ley
lo demás, es ignorancia
Y como colofón, ya que hablo de
ignorancia, mi amiga la escritora Marisa
Bou me tiene dicho que “la ignorancia es la madre de todas las
incoherencias, que hace falta un pueblo mejor educado para saber utilizar la
democracia”.
Y creo que ya está.
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