La más famosa novela de la escritora franco-belga nacionalizada estadounidense Marguerite Yourcenar fue considerada por la mayoría de los autores de la revista Anatomía de la Historia como la mejor novela histórica que habían leído.
A continuación, te presentamos los motivos que a
algunos de ellos les impulsaron a considerar Memorias de Adriano como tal.
Ángel Vera Aranda
Para quienes amamos la Historia del mundo antiguo, el
siglo II de nuestra era es una de las épocas más interesantes de ese largo
período. Dentro del mismo, la figura del emperador romano Adriano reviste un atractivo particular por muchos y variados motivos. Si
a eso la unimos el talento narrativo y la prosa cuidada y pulida de una de las mejores autoras que sobre la novela histórica han
existido en el pasado siglo,
Marguerite Yourcenar, se comprenderá a la perfección por qué su obra Memorias
de Adriano es uno de los títulos que más me han llamado la atención
de todos cuantos he leído.
Tuve además la suerte de encontrarme entre mis manos
con una edición particularmente interesante, la que la editorial Edhasa publicó
con una traducción de Julio
Cortázar. De este monumento
literario me quedo en especial con dos detalles. Por una parte, la recreación
minuciosa y excelentemente bien documentada del período histórico que se narra
en ella. Por otro, los comentarios finales que la propia autora realiza al
libro que redacta, en los que de forma un tanto espontánea va resumiendo las
sensaciones y los pensamientos que se le ocurren a lo largo de su elaborado
trabajo.
La novela histórica es un género literario que en
ocasiones es injustamente denostado por ciertos críticos, pero la obra de la
escritora de origen franco-belga demuestra que el rigor histórico y la perfección
literaria no son
incompatibles cuando quien se enfrenta a ellos es alguien de la calidad de Marguerite
Yourcenar.
Juan Pedro Cavero Coll
Sabedor de la cercanía de su muerte el hispano Adriano
(76-138), emperador romano, refresca su memoria y abre su intimidad al
joven Marco Aurelio, nieto adoptado y futuro césar.
La escritora Marguerite Yourcenar (1903-1987) recurre
en su novela al género epistolar, allanando la presencia exclusiva de un monólogo que
ayuda a centrarse en el protagonista y a conocerle y comprenderle mejor, aun
compartiendo con él solo algunos planteamientos y rechazando sus fundamentos
vitales.
Marguerite aunó
erudición y sensibilidad para
conjugar con acierto historia y
fantasía y, elegantemente,
consigue que la olvidemos por completo y entremos en el mundo interior de
Adriano, con quien tantas veces querríamos dialogar.
Juan Carlos Herrera
A menudo, la
excelencia de una obra literaria se
mide por la grandeza de la historia
que narra, por la exquisitez del lenguaje utilizado, por la
hondura al reflejar la psicología de los personajes o por el acierto al descubrir los sentimientos universales del ser humano. Memorias de Adriano de Marguerite
Yourcenar consigue aunar todos esos logros.
Aparte de la conseguida reconstrucción histórica de
los acontecimientos que rodearon a la vida de Adriano, quizás el mayor acierto
de Yourcenar es descubrir al hombre
dentro del emperador, a la
persona que reflexiona sobre su vida, sobre Roma, el poder, la política, el
amor por Antínoo y también sobre su propia muerte, la cual, como
un velo ineludible, envolverá toda la obra.
Las propias palabras del emperador sobre su destino
fatal abrirán y cerrarán como un anillo perfecto la estructura de la novela,
pues al principio “empieza a percibir el perfil de su muerte” y al final
“tratará de entrar en la muerte con los ojos abiertos”. Es, en fin, la belleza del mundo a la que aspiraba el emperador, lo que consiguió Marguerite Yourcenar con sus Memorias
de Adriano.
Alma Leonor López
Aunque es un libro que no terminé de leer, me
gusta Memorias de Adriano porque esta escrito en primera
persona (es como yo creo que se deben contar los recuerdos) y
también porque la
prosa de Marguertie Yourcenar me resulta sonora, confidencial, casi poética, y se quedó fijada en mi memoria como un susurro.
El Imperio
romano no es una época
favorita para mí, pero hubo un tiempo en el que me entusiasmé con los
emperadores de origen hispano. Y esta obra trasluce una solida documentación de
aquellos tiempos. Adriano no solo habla de su vida, sino también de la de su
predecesor, Trajano, como si Adriano considerase la “herencia de la esencia
misma de Roma”, la existencia del Imperio a través de sus emperadores. Y que a
él, como depositario de esa herencia, le correspondía trasmitírsela a Marco
Aurelio. Es decir, que Adriano se sitúa, no como el centro de su relato, sino
como el enlace, el mensajero, el
transmisor de Roma de un
emperador al siguiente. Al menos esa idea me quedó a mí.
Ernest Bendriss
Con Las Memorias de Adriano, Marguerite
Yourcenar nos ofrece más que un simple relato histórico: esta novela es de
hecho el retrato de una voz
que va a apagarse, y que ya no
tiene nada que perder. El amor, la muerte, el poder, la felicidad y la
pesadumbre: con esta obra, comprendemos lo que un hombre creyó ser, lo que
quiso ser y lo que fue.
El eje temático de la novela es indudablemente el tiempo y la muerte, dos temas que me fascinan desde que tengo uso de razón y que desde
entonces han vertebrado mi búsqueda de lo trascendente y mi quehacer como
escritor, historiador y filósofo.
Adriano estuvo toda su vida confrontado a la muerte. Y
es la cercanía de su propia muerte la que justifica la escritura de estas
“memorias”, la introspección y el balance “existencial”.
La muerte se manifiesta de manera heteróclita en la novela, es decir en la existencia de Adriano: suicidios,
enfermedades, sacrificios rituales, guerras; muertos naturales y muertos
violentos. La muerte, como una sombra omnipresente, impregna todas las grandes
etapas de la vida del emperador. “Muerte es cuando vemos despiertos” nos dice
Heráclito. Para Heidegger la muerte es Sein zum Tode, un
“estar a la muerte” y como hemos de comportarnos frente a ella; dicho ethos recorre
en su conjunto la novela de Yourcenar.
La muerte jalona pues la vida de Adriano; su
mujer Sabina, Trajano (su predecesor), Lucio (que
había adoptado), Plotina… son, sin embargo, muertes que alcanzan el emperador
en menor medida…
En efecto la
muerte hace verdaderamente mella en Adriano sólo cuando Antínoo ( su amante
homosexual) desaparece misteriosamente ahogándose en el Nilo; es en este momento preciso cuando el problema
metafísico de la muerte se manifiesta en toda su dimensión trágica para el
protagonista. Adriano, frente a esta muerte, intenta resistir como puede;
rituales, adoración, divinización de Antínoo…
Estos esfuerzos, estas tentativas de prolongar la
existencia de Antínoo a través de rituales muestran que Adriano lidia
desesperadamente contra la realidad de la muerte. Trata de otorgarle la
inmortalidad a Antínoo mediante el ardid de los rituales, pero en el fondo
Adriano sabe muy bien que se auto-engaña… Y en esto nos retratamos todos, por nuestras irrisorias “estrategias vitales” por
eludir lo evanescente y lo contingente y refugiarnos en una utopía vivencial
donde no existe “el hecho biológico” de la corruptibilidad física.
La lucha contra la muerte es pues una característica
de Adriano en la novela de Yourcenar; tanto en su vida de hombre político en la
cual se nos muestra como un constructor apasionado que se esfuerza por mantener
la paz en consonancia con su “humanismo”, como en su vida personal en su lucha contra el
tiempo.
El mismo proceso de la escritura de las “memorias”
demuestra la importancia de dejar un rastro, de perpetuar su esencia. La
relación de Adriano frente a su
propia muerte pasa por tres fases inextricables.
Primero, la
muerte biológica, así como el
destino ineluctable del envejecimiento y la enfermedad, es un concepto que
Adriano entiende como “intelectual” que es mediante la racionalización (la
filosofía) y que apenas le emociona.
También,
la muerte como finitud psicológica,
con su propio envejecimiento, la muerte se vuelve permanente, obsesiva: Adriano
va a sufrir la tentación del suicidio que finalmente abandonará. Tenemos pues
como colofón la aceptación de un hombre ante su destino.
Finalmente, la muerte como horizonte escatológico coincide con el fin de la novela. La muerte es
exacerbada y llena de representaciones mitológicas del Más allá (el lado
“egipcio más que romano” de Adriano) y si “acaba” bien su vida, parece que se
abre sobre otra dimensión sobrenatural…
¿Quién hoy en día como hace 2.000 años no está
confrontado a estas tres fases de la existencia?
“Si uno no es, entonces nada es.”
Platón
[Este artículo apareció el 4 de febrero de 2013 en la revista Anatomía
de la Historia que yo dirigí]
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