El sexto largometraje del cineasta español Rodrigo Cortés, dirigido y escrito por él, se estrenó en 2024, se titula Escape y es ese tipo de película que cuando la presencio, al acabar de hacerlo, no estoy muy seguro de haber disfrutado de una obra de arte (cinematográfico) o de un entretenimiento del que salgo desbaratado y algo exhausto. Quizás sea todo eso, una obra de arte (cinematográfico) confusa y agotadora.
Cortés adapta la tercera novela del
escritor Enrique Rubio, de título
homónimo, publicada dos años antes. Y el argumento común de ambas, película y
novela, gira en torno a la pregunta ¿para qué queremos la libertad?
Protagonizada extraordinariamente por un Mario Casas sensacional, muy bien acompañado por Anna Castillo (y, entre otros, por una Blanca Portillo como siempre simplemente sublime o un José Sacristán descomunalmente gracioso o Guillermo Toledo y David Lorente...), Escape es en cualquier caso cine de verdad, ese cine en el que uno espera que la realidad no sea suplantada por sí misma.
Irresistible, arrebatadora,
sorprendente, gozosamente inclasificable, libre, ingeniosa y divertida: todo
eso le pareció esta fábula singular al crítico cinematográfico Luis Martínez
(yo creo que exagera). Conmovedora, genial, (nuevamente) divertida, impresionante,
excepcional, innovadora: así habla de ella su colega Oti Rodríguez Marchante
(me repito: yo creo que exagera).
Por su parte, Raquel Hernández Luján compara
esta sátira carcelaria con Amanece que no
es poco, de Cuerda, o con El verdugo,
de García Berlanga. Ahí lo dejo.
Estoy más de acuerdo con Javier Ocaña, para quien Escape nos expone “una primera hora formidable” que se ve seguida por una “desmesurada segunda hora” en la que “el relato se le diluye demasiado a Cortés”.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.