La vida de Calabacín (la mirada de un niño, mi emoción adulta)
La vida de Calabacín, estrenada en 2016, es el primer largometraje dirigido por el suizo Claude Barras. Esta extraordinaria película de animación (cuyo título original es Ma vie de courgette) dura apenas 66 medidísimos y necesarios minutos y fue escrita por el propio Barras, junto a Céline Sciamma, Germano Zullo y Morgan Navarro, adaptando la segunda novela del escritor francés Gilles Paris Autobiographie d'une Courgette, publicada catorce años antes que el film (traducida a mi idioma en 2017).
"Hermosa
película (...) es delicada y espontánea. La película perfecta."
Javier
Ocaña (El País)
La fenomenal música de La vida de Calabacín es de Sophie Hunger y David Toutevoix fue el responsable de la fotografía de esta stop-motion (para FilmAffinity es la 18 Mejor obra de animación en stop-motion, la 66 entre las Mejores películas de animación).
Premio César al Mejor film de
animación y también al Mejor guion adaptado, tres palabras esenciales han de
aparecer en una sinopsis de esta pequeña maravilla: infancia, amistad y
adopción. Orfandad. No me extraña que el crítico cinematográfico Quim Casas escribiera
en El Periódico que estamos ante “un poema animado, de las mejores
cintas de dibujos animados estrenadas en los últimos años”.
"Combina
de un modo magistral lo trágico y lo cómico en una fusión casi nuclear de
mirada de niño y emoción adulta”.
Oti
Rodríguez Marchante (ABC)
Sin duda alguna, La vida de Calabacín “reivindica la inocencia como implacable arma para conjurar el dolor”, tal y como se le pudo leer a Jordi Costa cuando escribió sobre ella en Fotogramas.
No todas las películas pretenden conmover, y muy pocas de entre las que lo promueven lo consiguen. Esta lo logra plenamente. Cuando llorar es un placer profundamente humano. Llorar de alegría ante una obra de arte sencilla pero espectacular.
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