Noches azules... Están locos estos islandeses. ¿Qué es este postrock?
Rosa de la Victoria. Los paisajes infinitos, la ligera sensación de que
fracasar merece la pena, el placer de tenerlo todo a tu alcance y escoger lo mejor.
Siempre lo mejor.
Si nos dejamos llevar por la fascinación a veces reparamos en que perdemos
demasiado el tiempo buscándola cuando en realidad ya estamos metidos en ella.
No sé qué se me pasó por la cabeza
cuando me puse a escribir un cuento al que titulé “O-B-D-U-L-I-O”, un cuento donde se puede leer lo
siguiente:
"Llego a casa cansado, muy
cansado. Me pienso dos veces si bajar a comprar algo para la cena y el desayuno
del día siguiente. Una. Dos. No bajo. Me quedo dormido y supongo que el otro
cuya vida sueño se hará presente en mi breve molicie. Creo que hasta he
roncado. Es probable. Me despierto como nuevo y pongo la tele, enciendo el
equipo de música y cojo el libro que estoy leyendo. Todo a la vez. La tele es
la primera que desiste. Ella sola se apaga. Luego va el libro. Me cansa leer.
Bastante leo ya en el trabajo. Y en el metro. Solo permanece fiel y atenta la
música. Suenan Deep Purple a un volumen decente, luego inconveniente para el
torrente que decidieron grabar en su momento. Me como un plátano. Y el
apetito se diluye.
Tengo que llamar a Sonia. Hace mucho
que no sé nada de ella. Pero no nos engañemos. No es precisamente ganas de
saber de ella las que ahora tengo. Como tampoco las tendrá ella. De saber de
mí. Ahora hay que probar a ver si tiene las otras ganas. No encuentro el listín
telefónico, y en el móvil este de las narices no soy capaz de dar con nada. Eso
si tengo su número telefónico grabado. Cosa que dudo. Lo encontré, el listín.
678890890. Suena música de fondo, irreconocible, podrían ser Sigur Rós.
Podrían. Aunque no es algo que le pegue a la excitante Sonia. Tonta pero
excitante. Bueno no tan tonta. Un día me contó que había leído a Borges. Todo.
Hasta sus poemas. Hasta ese de los espejos que ya han reflejado por última vez
la imagen del que escribe. Uno de tantos. Borges y los espejos… Hola, Sonia.
Soy Obdulio. Obdulio. ¿Cuándo demonios iré al Registro Civil a cambiarme el
nombre? Hola. ¿Sabes qué hora es?"
Sigur Rós (los del “ambient de progresión parsimoniosa”, a decir del
periodista musical Marc Muñoz) son Jón «Jónsi» Þór Birgisson (nacido en 1975,
canta y toca la guitarra eléctrica, con un arco de chelo, eso sí: buena parte
de la singularísima sonoridad de la música del grupo viene de ese hecho, eso y
también que Jónsi, ciego del ojo derecho, canta en falsete, un falsete único), Georg
«Goggi» Hólm (nacido en 1976, toca el bajo) y Kjartan Sveinsson (nacido en
1978, toca los teclados, esos teclados tan luminosamente helados, pero además
toca también la flauta, la flauta irlandesa, el oboe, el banjo, a veces la
guitarra, y todo tipo de esos instrumentos poco habituales que le dan, junto al
poderío inusual de Jonsi, el sonido imprescindible a Sigur Rós).
“No importa qué música sea la que te
ofrezca Sigur Rós, en cuál de sus álbumes se aloje: cuando ellos están ante ti
la realidad se transforma, los sonidos desbordan la percepción, y crees estar
en algún otro lugar, pero no en este mundo […]. Han construido a lo largo de
décadas una secuencia musical en la que vive oculto algo inexpresable que va
más allá de la música”.
Desde 1994… se acaba la fiesta y llega el tiempo de la verdad, el momento
de la magia, los instantes del relámpago: la música en su esplendor, ahora es
tu tiempo, sal y decide. Ruge o acaricia.
Con un zumbido en los oídos tocamos eternamente. Y a veces cantamos en
vonlenska (porque la voz ya es suficiente sin palabras de verdad). Hacemos
música para vuestros sueños.
[En julio de 2010 yo escribí esto en mi muro de Facebook: Impresionante,
desde Islandia el auténtico sonido de los desiertos de hielo y la belleza
inmisericorde de la soledad: Sigur Rós.]
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