"Venía por las líneas de Metro y autobús más difíciles, venía por los cantiles de la gran ciudad, cantiles que dan al mar de Castilla, que la mar no tiene, venía desde el pasado o el futuro, desde Vallecas y Legazpi, con olor de cuero macho y albérchigo pisado, venía el rock duro / vallecano, que era ya otra cosa, otra movida, poniendo rabos a la jais del rollo, robando en los simagos, dando el cante, siendo demasiado (hoy, siendo "mucho", que el cheli no se para), venía / venían con la guitarra y la denuncia, mercados de Legazpi, ciudad sagrada de Vallecas: traían a Ramoncín, ángel de cuero, príncipe lampiño del lluvioso país de la miseria."Francisco Umbral
Fue rocanrol y es la Historia, el peso de la verdad y el de
los sueños, pesadillas… Todas las mentiras bajo el asfalto arañando la ciudad.
O la vida en el filo de un esqueleto de mastodonte para hacer del deseo la
realidad y llegar siempre bajo una fresca limpieza a cualquier intento de
acometer el porvenir.
A mis quince años. Aquella tienda de discos de Torrelavega
donde compré la primera cinta de Ramoncín y su maricadeterciopelo y su
reydelpollofrito.
Ramoncín, ‘Arañando la ciudad’ (1981)
“Quién es. Después de dos discos ásperos, peleones y
barriales, Ramoncín cambia su estilo después de escuchar sin parar The river,
el disco doble que publicó Bruce Springsteen en 1980.
Por qué este disco es tan bueno. La mayor parte fue
grabado en Londres, donde se fue a vivir Ramoncín con su pareja, inglesa, y su
hija. Ella estaba embarazada de nuevo y el cantante, en previsión de que fuera
un niño, quería que naciese en Inglaterra para que se librase de la mili en
España. Así se las gastaba Ramoncín con 25 años. Aunque el cantante se quedó
insatisfecho con el sonido (algo que le duele aún hoy), estamos ante un disco
fantástico. Hay dos canciones que sobresalen: Flores negras, dedicada a
Javier Lozano, el guitarrista de su banda, fallecido en un accidente de moto; y
Ángel de cuero, propulsada por la influencia springstiniana, una canción
que seguramente es la cumbre musical del artista. No podemos olvidar que aquí
está Hormigón, mujeres y alcohol (o ‘Litros de alcohol’, como se
conoce), acaso su canción más popular, cantada en locales y fiestas cuando ya
se han consumido tantas copas que no se recuerdan; Nu babe, crítica a la
parte frívola de la Movida; o Putney bridge, el cierre, una
declaración vital llena de referencias mitómanas (The Clash, Sex Pistols, Nick
Drake, John Lennon…) y con esta sentencia: “Si muere el rock, como vas a
disfrutar./ Si muere el punk con quien vas a pelear./ Si vuelve el pop es que
algo anda mal”.
Carlos Marcos
A mis veintiún años.
Parque del Oeste donde veré a los Smiths, glorioso paseo de Camoens donde un
muchacho se repantinga somnoliento sobre una rama de uno de tus hermosos
árboles y con esos ojos cerrados que esconden muchas canciones es capaz de
entonar la letra completa de una canción de Ramoncín, tal vez sea Como un susurro o alguna de aquellas que
me encandilaron en los años en que la calle era parte de esa escuela donde
aprendí a soñar con la realidad.
Escenas de rocanrol. El muchacho pareciera estar dormido. Pero le escuchas en medio del griterío, o mejor, le ves mover los labios como si cantara las canciones que en ese momento interpreta el artista sobre el escenario. El muchacho está subido sobre una rama, abrazado a ella cuán largo es. Como si fuera él más rama que la rama de ese árbol junto a cuyo elevado y rugoso tronco tú te apoyas de vez en cuando. Y huele a tarde de primavera en el parque del Oeste. Y a música. A concierto. A rocanrol. Huele a rocanrol. Lo sabes muy bien. El muchacho está en trance. Pareciera ser él el artista, una mezcla del artista y aquel barón indomable que decidiera jamás descender de lo alto del bosque. Rampante. El muchacho es un enamorado rampante del rocanrol. Un ángel de cuero como un susurro de hormigón en Putney Bridge. (Recuerdos de un concierto de Ramoncín en el madrileño parque del Oeste.)
Aquel
sueño juvenil
duerme
en una lata de palomas
junto
a la suerte moribunda.
Años
de esplendor,
roja
inquietud y cristales:
un
espléndido desfile de lobos.
Todo
un control total
con
sus sonidos de tormentas
sobre
las aceras y junto a las fuentes,
bajo
los cielos y la noche española,
un
hogar lejos del hogar,
días
de fintar al pasado
y pedirle
a la ciudad
que
el porvenir nos besara como un susurro.
Vencido,
regresé al mañana
y hoy
soy el fulgor suficiente
de
una sinfonía a corazón abierto.
Yo amo a Ramoncín.
Crecí con sus canciones.
Amé con sus canciones y bailé con sus canciones.
Fui sus canciones y las canté.
Tengo una deuda con él.
Por eso no soporto a los bocazas que son todavía más bocazas que Ramoncín.
Ramoncín, gracias, una vez más.
Ramón, gracias por el mucho morro que siempre
tuviste que echarle para mostrar el talento que tenías (o tienes).
Ramoncín, tú también eres Madrid.
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