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Los mejores discos de la década de 1980

Cuando revisamos musicalmente la década de 1980, encontramos algo que no cuadra: el abrumador predominio de lo que asesinó el sonido magníficamente acústico de las baterías. No obstante, es la década en la que yo me sumergí definitivamente, y para siempre, en las profundidades del alma de la música popular. Estos son los mejores discos que yo escuché en el tiempo en el que tuve entre 16 y 26 años. Todas esas grabaciones siguen siendo hoy, para mí, y creo que para el gusto y el reconocimiento más genuino de cualquiera, una parte importante de la música del siglo XX.


The Clash: London Calling (1980)
He hecho trampas. El disco es en realidad del año 1979, pero a mis oídos no llegó hasta ese año 80, que por cierto en puridad no sería el primero de los años 80, sino el último de los 70’s (no hay año 0, amiguitos). Pero dejemos eso… London calling forma parte de la trilogía memorable de los discos de rock imperecederos, junto a The river y al Electric warrior de T Rex. Es admirable semejante derroche de estilos entroncados con el rock primigenio para destilar una catarata de canciones cuyas sensaciones todo buen oyente de música contemporánea (no hablo de música clásica) debería de memorizar en sus músculos.

Death or glory




Bruce Springsteen: The River (1980)
Si no hubiera sido suficiente impacto emocional para una generación de roqueros su Darkness on the edge of town, Springsteen nos regala un doble perfecto, el viaje dolorosamente hermoso a las noches donde escuchar un piano que nos recuerde que la lluvia y la nieve pueden helarnos la sangre mientras soñamos con recorrer las calles de nuestra ciudad al ritmo de la música de nuestras vidas. Hasta contenía la mejor canción pop de todos los tiempos: Hungry heart.

Drive all night en vivo

versión estudio


Paul Collins Beat: The Beat (1980)
The Beat era la banda liderada por Paul Collins, pero apresuradamente hubieron de cambiarse a Paul Collins Beat para no chafarles a los británicos y skatalíticos The Beat haber llegado antes al registro. Power pop, new wave… Rock, damas y caballeros, del de canciones infalibles de tres minutos, de aquellas que convierten bailar en una auténtica fiesta inagotable. Otra grabación, como las anteriores, de la que uno no descartaba ninguna canción cuando grababa a los amigos aquellas cintas de cassette. (Y a este le pasa lo mismo que a London calling, salió en Estados Unidos en 1979…)

Rock and roll girl


U2: War (1983)
Otra vez el mismo niño de la cubierta del debut de los irlandeses U2, y si en el primer disco las canciones tenían más hueso que músculo aquí ya asistimos a la construcción épica de los últimos coletazos de lo que para algunos críticos y músicos, como Fernando Martín, es la rotura definitiva del eslabón de la cultura del rock con las raíces negras primigenias. Himnos para la paz a ritmo de turbulencia emocional.

Two hearts beat as one




Simple Minds: Sparkle in the rain (1984)
Ahora, con la perspectiva del tiempo y su daño colateral, el que nos obliga a usar esa víscera que es siempre la memoria, puede resultarnos que Simple Minds eran una banda mediocre y asequible para cualquier público. Nada más lejos, más bien representaban la avanzadilla de los sonidos sin alma que acabaron por dotar al rock de lo que precisamente le faltaba, la frialdad calurosa de las máquinas. En este disco los escoceses acertaban de pleno en el centro de la diana de una carrera que comenzó en las heladas penumbras del tecno oscurantista para dirigirse hacia el estrellato del rock llenaestadios.

Speed your love to me


Chris Isaak: Silvertone (1985)
Elvis. Elvis redivivo, aunque con las caderas amputadas. No importa, la seda de los albores del rocanrol se cuela ya desde este disco de debut de Chris Isaak, y sus guitarras necesarias, para posarse en nuestros sentidos y mostrarnos la faceta de contención torrencial de una música explosiva estuchada en tres minutos. A mi me recuerda a la mili, porque en mi compañía conseguí tener aliados que me permitían que la banda sonora de los ratos de música compartida fuera en ocasiones por ejemplo este LP, el primero de una discografía sencillamente hermosa.

Dancin’





Prince: Sign o’ the times (1987)
Este poderoso músico multiinstrumentista pero especialmente sensacional guitarrista, hendrixiano cuando le place, grabó una serie de discos seguidos de una calidad impresionante, y tal vez la cumbre de su creatividad efervescente, tan soul, tan funky, tan roquera, sea este disco doble. Incontenible festival de estilos negros, Sign o’ the times es puro Prince, una caja donde los ritmos salvajes y el terciopelo sonoro se unen sin descanso para confeccionar un insolente crisol sicodélicolujurioso, tan propio de su genial autor e intérprete.

Sign o' the times


Roy Orbison: Mistery girl (1989)
El final de la brillante carrera del inolvidable Roy Orbison no pudo haber sido mejor. Pocos artistas presencian en el estertor de su devenir creativo una cima de la calidad de este disco (que no fue el último). Ya quisieran tantos hitos (y no miro a nadie) sobrevivirse a sí mismos con la dignidad que lo hizo Roy. Una voz la suya tan reconocible, tan conmovedora siempre y especialmente en todo este rosario de canciones compuestas por algunos de sus admiradores. Una voz que a mi no dejará ya de acompañarme nunca, tal como decidí cuando quiera que lo decidiera. Cómo no sentirse conmovido cuando uno escucha la sobrecogedora A love so beautiful.

A love so beautiful


Dire Straits: Making movies (1980)
Los tres primeros discos de los británicos Dire Straits, el grupo de Mark Knopfler, en definitiva, auguraban una trayectoria sensacional. Y lo fue, aunque Making movies es para mi el final de un recorrido inmejorable, el colofón más grande que un músico puede poner a su producción (aunque no había hecho más que empezar, casi). A las canciones de los Dire Straits les faltaba algo en sus dos primeros discos, uno tenía esa sensación…. Y ese algo les terminó por completar, en este disco del año 80, el piano de Roy Bittan, más conocido por formar parte de la springsteeniana E Street Band (la tercera vez que de una manera u otra sale Bruce en este listado, ¿sabes cuál es la segunda, oculta?). Como dice una de las canciones de esta vibrante grabación: Solid rock.

Skateaway


Nacha Pop: Más números otras letras (1984)
No ha sido fácil seleccionar el mejor disco español de la década de los 80. No así el grupo, por significativo, por influyente. Por recordado. Nacha Pop fue la combinación exacta del temperamento azul, introvertido, genial en el ensimismamiento de la poesía del rock de Antonio Vega y el ansia vital de su primo Nacho García Vega. La fibra y el músculo. Por qué este disco y no el de debut o el Buena disposición (los últimos sufrían de una producción demasiado esforzada, de esa que se nota cuando no debería uno de sentir más que a los músicos y sus hazañas creativas). No sabría decirlo, pero voy a intentarlo: Magia y precisión.

Magia y precisión



[Recopilé hacia el año 2012 esta selección y la comenté para Efecto túnel, el blog de mi amigo el editor Ismael Gómez.]

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