Fariña
es un libro y es una serie de televisión. Y es… cocaína
en el lenguaje popular del habla gallega, claro. El periodista español Nacho Carretero publicó Fariña en 2015 y tres años después los
también españoles Carlos Sedes y Jorge
Torregrossa dirigieron para Bambú Producciones su (peculiarísima) versión
fílmica televisiva, con un guion del propio Carretero y Ramón Campos, Cristóbal Garrido, Gema R. Neira y Diego Sotelo. Un
guion que se basa en el libro pero que aparentemente parece una demasiado
sofisticada adaptación de lo esencial de los contenidos de aquél.
Del libro de Carretero —que ahora ojeo con cierta profundidad
y que seguramente nunca acabe por leer completamente, atosigado por el más o
menos afortunado amontonamiento de retahílas que parece ser—, te dejo este
párrafo:
De la serie, muy libérrimamente basada en el libro de
Carretero (afamado por un secuestro judicial que acrecentó su comunicación, un
libro necesario y valiente, nada más, y nada menos), me quedo con el Sito Miñanco que es Javier Rey y con
el Javier Rey que es, o no, me da igual, Sito Miñanco.
Excelentemente interpretada principalmente por los majestuosos actores Javier Rey, Tristán Ulloa, Antonio Durán Morris y Carlos Blanco, la serie Fariña es una buena demostración de lo
que el cine puede hacer por la televisión cuando se adapta al formato serial
seccionado en capítulos.
Fariña
es un thriller, es cine televisivo policiaco y, a su
manera inquietante, es cine televisivo político.
Es un entretenimiento didáctico y es pura ficción de esa basada en hechos reales con su elaborada manera de adornar la
realidad con la realidad de lo que la imaginación de un narrador es capaz de
colocar en los lugares donde la realidad no va a dejar que nos acerquemos ya
nunca porque se ha perdido desinteresadamente en el pasado.
Hay varias razones por las que te recomiendo que veas Fariña
(no puedo recomendarte la lectura del libro de Carretero por la sencilla razón
de que no lo he leído bien, aún). Son estas:
Galicia,
tabaco, ambición, contrabando, Alianza
Popular, planeadoras, Guardia Civil, José Ramón Prado Bugallo «Sito
Miñanco», ley, asesinato, traición, Madres contra la Droga, la mar, Audiencia
Nacional, violencia, Cambados, redistribución alegal de la riqueza, clanes, Manuel
Fernández Padín, amistad, investigación policial, Baltasar Garzón, ostentación,
Arousa, decencia, Ricardo Portabales, narcotráfico,
Panamá, corrupción, jueces, Los Charlines, humor, delincuencia internacional, lealtad,
prácticas mafiosas, Erguete, testaferros,
Colombia, aceptación social, Rías Baixas, amor, ajuste de cuentas, Carmen
Avendaño, cocaína, traición, señores do
fume, Pablo Vioque, arrepentidos, Virgen del Carmen, confidentes, Vicente
Otero «Terito», maternidad, codicia, delatores, Javier Zaragoza, lancheros, horteras,
Operación Nécora, Darío Castro-Enrique León, prostitución, omertá gallega, Laureano Oubiña, Esther Lago…

“La
anécdota definitiva para comprender el grado de integración que el contrabando
de tabaco logró en las rías fue la del niño entrevistado por un periodista de
la Televisión de Galicia (TVG). En una conexión en directo con Vilagarcía, el reportero
preguntaba a los críos qué querían ser de mayores. El último en contestar no se
lo pensó, micro en mano dijo: «Contrabandista,
como mi papá».”

Por cierto, Galicia sigue infectada de narcos, de narcotráfico,
de las primeras descargas, las
anteriores a las seudoalibabescas de Internet. “No se debe olvidar lo que
todavía no ha terminado”. Palabra de Carretero.
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