La historia popular del fútbol de Mickaël Correia
Una historia popular del fútbol, cuyo título original es Une histoire populaire du football, publicado en 2018, es un libro escrito por el comprometido periodista francés Mickaël Correia, traducido un año después espléndidamente a mi idioma por Irene Aragón y con prólogo para esa edición española del historiador español Carles Viñas.
En ese prólogo, Viñas recoge una frase del técnico argentino Marcelo Bielsa que dice eso de que “el mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y más al empresario”, y la trae para defender que “por eso es más necesario que nunca” el libro de Correia. Y esa es la esencia de esta obra. Para Viñas, lo que nos muestra Mickaël Correia es que “hay vida más allá del fútbol de los negocios”. Una historia popular del fútbol sería, por tanto, “una panorámica exhaustiva, en clave sociopolítica, del deporte con más seguimiento en todo el mundo”.
Estamos ante un libro que buscar evidenciar “la
trascendencia social” del fútbol. Es, en palabras de Viñas, “un
recorrido histórico documentado hilvanado en un relato sólido que nos permite
adentrarnos en las raíces populares de fútbol desde su concreción británica
en clave contemporánea”.
“Un viaje fascinante que
nos llevará de la Inglaterra victoriana a la Palestina ocupada”.
Conviene recordar que “el fútbol no son solo goles,
jugadas, tragedias, plasticidad, victorias o desencantos. Tampoco es solo
lucro, beneficios y dinero. El fútbol es mucho más que todo eso. Es una
metáfora social que nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea, sus
conflictos, la alta diplomacia, los flujos migratorios, los episodios de
racismo o las luchas colectivas, sociales, feministas, sindicales o nacionales”.
De tal manera que, sigo con las palabras de Carles Viñas, “en realidad, el
fútbol es el subterfugio que emplea Correia para explicar un periodo histórico
concreto, que abraza buena parte de la Edad Contemporánea desde un punto de
vista social, popular y político. Una obra en la que fútbol y política no se
mezclan, sino que son inherentemente inseparables sin más”.
Entro en materia.
Paralelamente al fútbol dominante, “cuya importancia será cada vez mayor dentro de la sociedad de consumo, se construye, desde abajo, otro fútbol, gracias a su difusión en el seno de las clases populares” (y es ese otro fútbol, menos mediatizado, el objeto de Una historia popular del fútbol, un libro que “invita a descubrir lo que el fútbol tiene de subversivo, y a interesarse por todas aquellas y aquellos que han hecho de él una herramienta de emancipación”).
Correia comienza por considerar que, “como
espectáculo, la popularidad del fútbol proviene de su fuerza dramatúrgica”,
de forma que “cada partido respeta las tres unidades del teatro clásico: unidad
de lugar (la cancha de fútbol), unidad de tiempo (la duración del partido) y
unidad de acción (todo el encuentro se desarrolla delante del público)”.
No podía faltar el campeón del Mundo y gran teórico
del fútbol Jorge Valdano en un libro sobre el deporte más popular del mundo.
Valdano escribió que “el fútbol es la emoción de la incertidumbre más la
posibilidad de la diversión”.
Lo que yo tengo por lo más interesante del libro de
Correia es su amplio análisis del nacimiento del fútbol (de lo que
entendemos hoy por tal) y sus antecedentes. Algo que desarrollaré en un artículo propio.
El nacimiento del fútbol femenino también
merece en Una historia popular del fútbol una especialísima atención.
A finales de 1894 nació el primer club de fútbol femenino de la historia: el British Ladies’ Football Club, “fundado por Nettie Honeyball, militante feminista cuyo verdadero nombre era Mary Hutson, y por Florence Dixie, escritora política, corresponsal de guerra e hija del marqués de Queensberry”.
“El 23 de marzo de 1895,
en el Crouch End de Hornsey, al norte de Londres, el British Ladies’ Football
Club organiza su primer partido, en el que se enfrentan un equipo del norte de
Gran Bretaña — en el que juega la pionera escocesa Helen «señora Graham»
Matthews — y un equipo del sur. Aunque el partido logra reunir a diez mil
espectadores, el acontecimiento concita casi unánimemente las iras de la prensa:
Está claro que, a los ojos de todos, las chicas son totalmente incapaces de
dedicarse a la práctica brutal del fútbol, proclama el semanario Sketch
el 27 de marzo”.
Llegamos a la Primera Guerra Mundial, un
momento clave en todo esto.
“Mientras que el
campeonato inglés de fútbol y la Copa de Inglaterra han quedado suspendidos
hasta el final de las hostilidades, la dimensión benéfica de los partidos entre
obreras obliga a las autoridades futbolísticas y a la prensa a mostrarse
indulgentes con estos equipos femeninos, percibidos por la Football Association
como un epifenómeno provisional e inofensivo que desaparecerá el día siguiente
al armisticio”.
En las postrimerías de aquel conflicto mundial, en
1917, se fundó en la localidad industrial de Preston (Lancashire) una formación
que pronto se hizo famosa por la calidad de su juego, las Dick, Kerr Ladies.
Finalizada la Primera Guerra Mundial,
teniendo en cuanta que aquellas “obreras futbolistas no están precisamente
dispuestas a colgar las botas”, a finales de aquel año 1918, en el Reino Unido todavía
existían un centenar de equipos femeninos “dispuestos a plantar cara sobre el
césped”.
“El punto culminante del
año 1920 tiene lugar el día del tradicional partido del Boxing Day, el 26 de
diciembre. 53 000 espectadores se agolpan en las gradas del Goodison Park,
el estadio del Everton FC de Liverpool, para contemplar a las Dick, Kerr
Ladies, que ganan 4 a 0 al St. Helen’s Ladies. Las futbolistas son escoltadas
por la policía para conseguir llegar a los vestuarios y la gran afluencia de
público permite recaudar la impresionante suma de 3115 libras esterlinas para
el Unemployed Ex-Servicemen’s Distress Fund. La joven futbolista Lily Parr, de
tan solo quince años de edad, se convierte en la máxima goleadora del equipo”.
Correia hace especial hincapié en el hecho de que “el
retorno al orden patriarcal al que aspiran los hombres” pasara “por un retorno
al orden futbolístico”, de tal manera que fue la federación inglesa quien, “brutalmente”,
pone fin al comienzo exitoso del fútbol jugado por mujeres: el 5 de
diciembre de 1921 prohibió “de manera oficial a los clubes afiliados a ella que
presten sus terrenos a equipos femeninos, vetándoles también cualquier
asistencia técnica o arbitral”. La Football Association estipulaba, textualmente,
que ‘el fútbol no está adaptado a las mujeres y nunca se las debería alentar a
su práctica’, justificando a medias su decisión “apoyándose en acusaciones de
malversación del dinero recaudado para obras de caridad”.
Las Dick, Kerr Ladies se ven despojadas hasta de su
nombre en el año 1926, “después de que su patrocinador industrial se
desentienda financieramente del equipo”. Aunque se rebautizaron como las
Preston Ladies, “la gloriosa escuadra femenina desaparecerá definitivamente en
1965”.
“Habrá que esperar
cincuenta años exactos para que la Football Association revoque la expulsión de
las mujeres del fútbol inglés…”.
Acerquémonos ahora a Francia con Correia, quien dice que “abrumada por la explosión del gran número de jugadoras en busca de reconocimiento deportivo (se contabilizan cerca de dos mil aficionadas desde 1970), la Federación Francesa de Fútbol (FFF) reconoce oficialmente el fútbol femenino el 29 de marzo de 1970”.
Lo que hizo entonces la FFF no fue sino admitir el
impulso de la práctica del fútbol jugado por mujeres a escala continental, ya
que “por todas partes en Europa se crean y proliferan los clubes femeninos”.
“Mientras las futbolistas
neerlandesas se habían organizado ya en una Algemene Nederlandse
Damesvoetbalbond desde 1955, una Women’s Football Association se fundó en Gran
Bretaña en 1969. La Federazione Italiana di Calcio Femminile, creada en 1968
por iniciativa de hombres de negocios turineses, cuenta, desde su creación, con
una cincuentena de equipos que se enfrentan en un campeonato nacional con dos
divisiones. También impulsada por esta organización italiana, y con el objetivo
de atesorar más beneficios, un primer campeonato de Europa de fútbol
femenino por países ve la luz en noviembre de 1969, al margen de toda
autoridad futbolística masculina oficial. Al calor de ese mismo ímpetu, los
hombres de negocios fundan, con la ayuda de la sociedad Martini-Rossi, la Federación
Internacional y Europea de Fútbol Femenino (FIEFF), e inauguran, en julio
de 1970 cerca de Nápoles, una primera Copa del Mundo Femenina de Fútbol
reuniendo a seis formaciones europeas y una selección mexicana. Aunque las
instituciones internacionales del fútbol no reconocen dicho acontecimiento, la
final que enfrentó a Dinamarca con Italia, el 15 de julio en Salerno, atrajo a
diez mil espectadores”.
Incluso un año después “la final México-Dinamarca de
la segunda edición de ese Mundial oficioso congrega a noventa mil personas en
el Estadio Azteca de México en septiembre de 1971”.
Lo que acabó por ocurrir es que cada federación
europea de fútbol decidió reconocer oficialmente la práctica del fútbol
femenino, especialmente debido al rechazo ante su “organización salvaje y
mercantil, pero fue más aún por el “miedo a dejar escapar esa dinámica femenina
que por el afán real de animar y apoyar por lo que los viriles jerarcas de las
instituciones federales integran a las futbolistas”.
Se habían jugado ya siete Copas del Mundo oficiosas
cuando, en noviembre de 1991, se organizó en China la primera Copa Mundial
Femenina de Fútbol promovida por la FIFA (ganada por Estados Unidos en una
final contra Noruega ante 63 000 espectadores).
Una historia popular del fútbol
sigue analizando muchas facetas de toda esa vida que hay más allá del fútbol
de los negocios. Me interesan bastantes de los aspectos que trata. Dejo
aquí algunos de ellos.
Albert Camus y el fútbol
(a la hora de hablar del fútbol en Argelia), por ejemplo. El intelectual y
escritor francés Albert Camus hizo esta maravillosa reflexión futbolística ante
las cámaras de un programa de televisión en 1959:
«Solo en el deporte en
equipo, en mis tiempos juveniles, he conocido esa poderosa sensación de
esperanza y solidaridad que acompaña a las largas jornadas de entrenamiento
hasta llegar al partido, victorioso o perdido. Realmente, la poca moral que
sé la he aprendido en los campos de fútbol y en los escenarios de teatro,
que siempre serán mis verdaderas universidades».
Quien jugara como portero en el Racing Universitaire
de Argel en la década de 1930, hizo aparecer en ocasiones en sus obras aquellos
recuerdos suyos “de un fútbol argelino multicultural, símbolo de una armonía
fraterna entre las comunidades musulmanas, judías y europeas del Magreb”.
También ofrece el libro de Correia un excelente estudio de lo que podríamos llamar (él titula así un capítulo) hooliganismo y subculturas de estadio, no solamente en Reino Unido sino en muchos otros países.
En lo que al Reino Unido se refiere, se produjo un
fenómeno tal que desde finales de la década de 1940 y el comienzo de la de
1980, el número de aficionados británicos en las gradas se redujo a la mitad.
Fue entonces cuando “el público virulento y rough se situó de nuevo en
primera línea”.
“La intensificación del
hooliganismo no es ajena al rejuvenecimiento de los espectadores. La posguerra
asiste, en efecto, a la aparición de los primeros teenagers, que se
caracterizan, entre otras cosas, por su acceso a una autonomía cultural.
Emancipados de la generación anterior, desescolarizados y fanáticos del rock
and roll, los turbulentos teddy boys aparecen en Londres en los años
1950”.
Lo que hicieron esos adolescentes fue convertir “el
apoyo a su club en el sustituto simbólico de las antiguas comunidades
populares”.
Correia, no obstante, pone mucho cuidado en hacernos ver que “los tan criticados ultras son, ante todo, defensores del fútbol como patrimonio común y centinelas frente a la creciente dictadura de la seguridad”. ¿No lo viste venir, verdad?
Italia. Correia nos explica que el fútbol es allí “un
aglutinante de comunidades que ha reunido durante medio siglo a varias
generaciones”, y que “pertenece a todo el mundo”, Los Ultras Tito Cucchiaroni
de la Sampdoria, un “grupo mítico y pionero del movimiento ultra italiano” han
llegado a expresar que “todavía hoy el fútbol es el único verdadero fenómeno
social de nuestro país capaz de reunir a jóvenes de toda Italia”, de forma que,
“al convertirse en un negocio, el fútbol ha mudado de piel, ha perdido belleza,
poesía y credibilidad” y “la pasión, el tifo, la esperanza, el deseo de
libertad, el rugido de las gradas nunca podrán reducirse a una simple línea
presupuestaria. El fútbol no pertenece a los que se aprovechan de él, sino a
los que lo aman”.
En el capítulo titulado ‘Dios y el diablo
Maradona, entre la pasión popular y el culto de los aficionados’, el autor nos
acerca a aquel mito extradeportivo que fue el genio argentino y especialmente a
su idolatría napolitana.
“En los años ochenta
Maradona conseguirá conquistar el corazón de todo el pueblo argentino. Y es
que, con su fútbol impetuoso y sus humildes orígenes sociales, el Pibe de Oro
representa en el césped la esencia misma de la identidad colectiva argentina. Popular,
tumultuoso y explosivo, el jugador se siente inmediatamente como pez en el agua
en la decadente capital del sur de Italia”.
Es descacharrante eso que declaró Anthony Bale, un
joven aficionado escocés miembro de la Iglesia maradoniana (existe y va de
guasa, o no tanto): «¿Qué ha hecho Jesús que no haya hecho Maradona? Los dos
han hecho milagros, solo que los de Maradona están homologados».
El capítulo que más me ha gustado, completamente
recomendable, es el dedicado a los hinchas del Besiktas turco: ‘Somos
amantes, no combatientes. Los ultras de Estambul frente al poder turco”.
Otro de enorme interés es el llamado ‘Jugar en el ala izquierda El FC St.
Pauli de Hamburgo o los piratas del negocio del fútbol’
Cierro este recorrido por un libro muy recomendable
con esta frase de Correia:
“Los partidarios del negocio del fútbol se olvidan de que jamás podrán apoderarse de uno de los valores esenciales del fútbol: la alegría pura de jugar colectivamente al balón”.
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