Las poco más de dos horas de la película británica de 2019 Los dos papas, dirigida por el brasileño Fernando
Meirelles, escrita por el neozelandés Anthony McCarten y fotografiada
por el uruguayo César Charlone son una
excelente, a veces profunda, siempre divertida, pero no banal, muestra de buen
cine.
El encuentro entre dos seres humanos, porque
más que altísimos dignatarios de la mayor y más longeva organización histórica,
la Iglesia católica, sus protagonistas son dos monumentales seres humanos
repletos de dignidad y de bajezas, de categoría moral y de oscuros atisbos de comprensible
imperfección y duda, el encuentro entre ellos, digo, la inicial relación entre
quienes habrán de ser, hoy lo son, uno emérito y otro en activo, papas, es
cuanto vemos en este pertinente film trazado como un difícil
ejercicio equilibrante de magnanimidad casi celestial y alta simpleza terrícola.
Son sin duda las magistrales interpretaciones de los
dos actores que encarnan respectivamente al papa Francisco y al papa Benedicto
XVI, los brillantes Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, lo mejor
de un largometraje al que muchos han querido ver únicamente, y es comprensible,
como una película para blanquear al Papado.
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