El arte, siempre; por Alfonso Blanco Martín


El año pasado se cumplieron quinientos años del nacimiento de uno de los más impresionantes artistas plásticos que han existido, Jacopo Robusti, conocido como Tintoretto.

Una de sus más extraordinarias composiciones, datada alrededor de 1547, se encuentra en el Museo del Prado.

Mi gusto particular hace que el Lavatorio de Tintoretto sea uno de mis cuadros favoritos, aunque esto no signifique nada. Mi subjetividad es una más entre otras y solo se suma a los millones de granos de arena del resto de subjetividades vivas por el mundo.

Pero esa subjetividad, esa elección y gusto particular, me ha llevado a ahondar más en la obra y quizá, solo quizá, poder afirmar que esa obra contenga algo más o mejor que mi particular gusto por ella, que quizá represente un momento álgido del arte que merezca la pena describir y ahondar. Vamos a intentar desentrañar un poco si esto que afirmo pudiera ser verdad.

La perspectiva, su falsedad y su pretendido realismo podrían apuntar en el cuadro hacia una realidad soñada que parece poder absorber al espectador que lo contempla.

Existe una contraposición muy sutil entre la racionalidad de la representación del espacio y la relativa anarquía de la situación y postura de los personajes.

Es una obra cuyo simbolismo religioso y significación social de la escena podría representar una alternativa a la ideología preponderante en su época.

Y es un óleo que parece exigir caminar para poder apreciar su composición (especialmente de derecha a izquierda), lo que quizá se deba a que en su ubicación original iba a contemplarse desde su lado derecho, aunque no creo que sea la única causa.

Como no puedo poner un video que permitiera sentir la experiencia de contemplarlo en movimiento de derecha a izquierda lo he dividido en detalles, tomados de izquierda a derecha, que permitan hacerse una idea de la riqueza, experiencia espacial y variedad que supone estar ante esta obra, recorrerla con la mirada y caminar mientras se deja uno invadir por ella.


Creo que los cinco fragmentos en que he dividido la obra pueden aportar mucho sobre su entidad, significación y capacidad de sugerencia. Dejo en los ojos y mente de cada espectador que concluya y sueñe con los posibles significados que colores y formas proponen sin agotar nunca su posibilidad.

El arte, aun en momentos históricos que poco tienen que ver con el instante en que se realizó una obra concreta, permanece vivo y dispuesto a ser disfrutado sin olvidar su contexto, aunque trascendiéndolo.

Somos memoria y olvido. El arte permite que la primera permanezca en su bondad y que el segundo disminuya en su convocatoria de muerte.

[Alfonso Blanco Martín es José María Shandy Coetzee, y viceversa.]

Comentarios

Publicar un comentario

Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.

Entradas populares

Los textos incluidos en este blog son propiedad exclusiva de sus autores. Se permite su uso y reproducción, siempre y cuando se respete su integridad, se cite la fuente y su utilización no busque fines comerciales ni implique la obtención de ingresos económicos de cualquier tipo.