Enero.1938.España

La Guerra Civil española cumplía diecisiete meses desquiciados cuando, en enero de 1938, el general Francisco Franco formaba su primer Gobierno. Sí, el primero, pues es difícil ver en la campamental organización anterior nada parecido a un gabinete, a un ejecutivo propio del siglo XX.

Además del dictador, el principal protagonista de aquel Gobierno que sustituía a la Junta Técnica del Estado fue Ramón Serrano Suñer, casado desde 1932 con Ramona Polo, hermana de la esposa de Franco, Carmen, y concuñado pues del jefe del Estado. Serrano Suñer, ex cedista y reciente falangista de pro, había logrado escapar de las cárceles republicanas madrileñas y llegado a la zona nacional el 20 de febrero de 1937. Ya en Salamanca, participaría codo con codo con Franco en la creación del Nuevo Estado hasta convertirse en el auténtico integrador del efervescente falangismo en el entramado nacional-militarista que sustentaba las acciones de su concuñado, y desempeñaría en aquel primer ejecutivo dos cargos muy significativos: el de ministro de Interior y el de secretario del Consejo de Ministros.

Los componentes de este gabinete, de esta institucionalización provisional del nuevo régimen, representan al espectro político antirrepublicano: son o bien reputados militares, o monárquicos alfonsistas, o bien carlistas o falangistas. Es un auténtico gobierno de coalición en el que Franco elige, como hará ya a lo largo de toda su dictadura, a cada representante o representantes de las respectivas sensibilidades de ese arco político antiparlamentario. Y por vez primera aparecen en el entramado gubernamental rebelde algunas destacadas personalidades civiles, por supuesto acérrimas del muy perfilado bando sublevado y ya franquista.

El más importante de los militares elegidos por el dictador es Francisco Gómez-Jordana, conde de Jordana, vicepresidente del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores. Los otros dos generales fueron Severiano Martínez Anido, ministro de Orden Público (que fallecería en diciembre de ese mismo año y sería sucedido en dicha función por Serrano Suñer) y Fidel Dávila Arrondo, ministro de la Defensa Nacional.

Otra persona muy allegada a Franco fue en ese gabinete Juan Antonio Suances, que recibió el encargo de encabezar el Ministerio de Industria y Comercio.
Como forma de dar representación gubernamental al carlismo, Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno, fue ministro de Justicia; y para hacer lo propio, el falangista Raimundo Fernández-Cuesta, responsable del Ministerio de Agricultura y de la Secretaría General del Movimiento, ocuparía uno de los huecos reservados al partido fundado por José Antonio Primo de Rivera; en tanto que el escritor y político Pedro Sainz Rodríguez fue el más relevante alfonsista en el ejecutivo franquista y se situaría como responsable del Ministerio de Instrucción Pública, que cambiaría bajo su mandato su nombre por el de Ministerio de Educación Nacional.

Ministro de Hacienda era Andrés Amado Reygondaud −antigua mano derecha del asesinado y protomártir franquista José Calvo Sotelo−, que ya presidió la Comisión de Hacienda de la Junta Técnica. El ingeniero Alfonso Peña Boeuf disfrutaría por su parte del cargo de ministro de Obras Públicas, y sería de los pocos miembros del primer Consejo de Ministros franquista que no representaba a fuerza política ninguna, junto a Suances.

Por último, el ministro designado por Franco para los asuntos relacionados con el mundo del trabajo fue Pedro González-Bueno, como Amado Reygondaud dirigente del Bloque Nacional de Calvo Sotelo y más tarde, con la guerra ya empezada, sobrevenido falangista. Al frente del Ministerio de Organización y Acción Sindical, denominación momentánea del que tendría siempre la palabra Trabajo en su sintagma, González-Bueno sería el responsable de la redacción de la primera pieza del peculiar entramado constitucional del franquismo: el Fuero del Trabajo. Entramado que conformaría poco a poco las llamadas Leyes Fundamentales.


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