La sexta novela de la escritora estadounidense Jesmyn Ward, la tercera suya que disfruto, se titula Let us descend, fue publicada en 2023 y yo la he leído en la magnífica traducción de Magdalena Palmer a mi idioma, aparecida bajo el título de Este mundo ciego un año más tarde (desdeñando la mera transliteración del original: ‘Descendamos’). El mundo ciego del título es el “ciego mundo” del Virgilio de la Divina comedia de Dante, presente en la novela. Descendamos por este mundo ciego, podría haber sido el nombre, quizás, de este extraordinario libro de Ward.
“La primera arma que sostuve en la
vida fue la mano de mi madre”. Ese es el comienzo de Este mundo ciego. “En este mundo, tú eres tu propia arma”, le dice
en esas primeras páginas su madre a la joven protagonista, a quien la escuchamos decirnos: “desde que mi amo
ha vendido a mi madre no puedo dormir”. La esclavitud de hombres, mujeres,
niños y niñas africanos está en la base narrativa y emocional de esta nueva
portentosa novela de Jesmyn Ward que nos recuerda que “el mundo está plagado de
espíritus” (una frase que se puede leer en Este
mundo ciego hasta cuatro veces).
“Mi
madre hablaba de lo que significaba que te vendieran”.
Annis, la protagonista y narradora habla de su entorno de esclavitud descarnadamente (nunca mejor dicho) y se refiere a ellas, a las esclavas, así: “nosotras, niñas hambrientas de amor y hartas de dolor, en la oscuridad”. Ella, que no se tiene más que a sí misma y pronto aprende que, como su madre la había enseñado, el mundo está repleto de espíritus.
“Nosotros
los robados”.
Cuando llega a Nueva Orleans, Annis
reconoce a los otros esclavos, a los otros “sometidos” que allí va viendo
(“personas marrones”, como ella), “por cómo cargan su tristeza, por cómo miran
su derrota a través de un horizonte invisible”.
Porque eso es ser una persona
sometida, robada, esclava: alguien que vislumbra su propia derrota entre un
horizonte que no puede ver.
“¿Cómo
es que no estoy con ninguno de los míos? ¿Cómo es que estoy aquí, con la vida en una cadera y la muerte en la
otra?”
Hay tristeza en esta novela, una
tristeza que “levanta la cara” hacia su garganta y asfixia a Annis, hay
durísimas labores llevadas a cabo en esclavitud (“escardamos hasta que el sol
recoge todos los colores del día y la noche se vierte sobre el cielo”). Nada se
reserva Ward en un libro de profundo pasado ineludible en el que la literatura
habla como ella sabe de lo terrible que es no poder reclamar la propia vida de
una, una que vive una vida que no es vida. “Cuando una era una persona robada”.
“Nosotros
los espíritus no formamos parte de este mundo. Somos de este mundo, pero no
pertenecemos a él”.
Pero también hay amor, el que la
madre de Annis siente por ella, “tan fuerte que levantaba una corriente de aire
en la habitación”.
“Mi
madre sabía que el mundo está plagado de espíritus, que no hace falta ir al
cielo ni al infierno para verlos: ella sabía que todo está aquí. Y ahora yo
también lo sé”.
Cuando acabo de leer Este mundo ciego veo que en Vogue dijeron de ella, que “narrada, en
la prosa musical de Ward”, esta novela “es épica, mágica e intensamente
conmovedora”. Así es.
“¿Pero, quién se lleva las almas?”
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