La importancia de la subjetividad en la escritura de la historia creció en los años 90 del siglo XX bajo la influencia del posmodernismo. La preocupación del historiador sobre los hechos del pasado resulta innecesaria, porque no hay realidad independiente fuera del lenguaje.
El “sueño noble” de que había una verdadera historia objetiva se quedaba en
eso, en un sueño. La firme y tradicional línea de separación entre la narración
histórica, basada en los hechos, y la narración novelada, que utilizaba la
imaginación histórica, se esfumaba.
Los historiadores deberían asumir de una vez por todas, argumentaban
algunos posmodernistas, que su representación del pasado no tiene más derecho
a reivindicar la verdad que la de los novelistas o poetas.
Frente a eso, algunos historiadores contraponemos una tradición de pensamiento histórico que siempre reconoció los aspectos literarios de la historiografía pero que mantiene la convicción de que la historia puede ofrecer explicaciones sobre un pasado real con seres humanos reales.
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