¿Por qué es probable que te guste o haya gustado este libro? Porque, a menos que te encuentres en la rara –y, en este caso, desdichada– minoría de los disidentes, intuimos que a ti también te gusta la música. Bastante, como mínimo. Y hasta puede que mucho, como le sucede a José Luis Ibáñez Salas, que no ha querido aguantarse las ganas de volcar tantos años de militancia y pasión en este volumen manufacturado desde un ardor sin disimulo. Casi como ese acto de amor y agradecimiento que tantos le debemos al arte de ordenar sonidos, hermanar voces y disparar las emociones.
Ibáñez es historiador, y bien que se
le nota en la precisión exigente, en su gusto por el dato abrumador y
minucioso. Pero aquí se ha dejado de academicismos y ha preferido asumir una
escritura que no renuncia al meandro ni a la turbulencia. Documentada, claro,
porque este hombre es capaz de devorar y asimilar páginas ajenas con una avidez
pasmosa (a ver si algún día nos confía la técnica). Pero libérrima, por
heterodoxa y torrencial. Por todo ello abre boca con la introducción más
extensa en la historia de las introducciones. Por eso nos embarca en una ruta
de itinerarios vertiginosos e impredecibles, picoteando aquí y acullá con su
pluma curiosa; deteniéndose cuando le place, acostumbrándonos a que la
digresión se hermane con la amenidad. Haciéndonos partícipes de retazos de su
biografía sentimental y, aún mejor, incitando al lector a que él también abra
cuantas puertas vaya encontrándose por el camino. A que husmee y agudice el
olfato, a sabiendas de que cualquier sendero resulta legítimo… y de que, si en
algún momento requerimos de una fulminante toma de tierra, siempre nos quedarán
los Beatles.
José Luis habrá subrayado muchísimo en
sus volúmenes de cabecera y ahora se propone que quienes acudamos a su prosa
(¡y hasta a su ocasional verso!) seamos nosotros. No quiere tanto ser referente
como erigirse en cómplice. Emprender con cada uno de nosotros una tertulia
melómana que excede de las dimensiones ya de por sí considerables de este ejemplar.
La música (pop) y nosotros es una incitación
al diálogo, ese ejercicio esencial entre gentes civilizadas que ahora algunos
representantes públicos parecen muy empeñados en dinamitar. Puede darnos rabia,
sin duda, pero también conducirnos a la conmiseración. Pobre de aquel que no
incluye una generosa proporción de corcheas entre los nutrientes del alma.
Una encuesta de la IFPI, la patronal
de la industria discográfica para los cinco continentes, revelaba hace un par
de años que los españoles invertimos 19,8 horas a la semana en escuchar música,
una actividad que forma parte de los hábitos diarios y cotidianos entre el 89 %
de la población. Nuestras cifras de consumo eran parejas a las del Reino Unido,
mejores que las de Italia o Alemania y muy superiores a las de Francia (mal que
les pese), y sólo claudicaban ante dos países de tradición musical tan
abrumadora como México o Brasil. Ibáñez Salas excederá con creces esa media,
así que hace bien en abastecer de munición al aficionado y estimularle el
apetito. Porque este volumen termina siendo algo muy parecido a un complemento
vitamínico; una hoja de ruta plausible, ahora que las plataformas y la sociedad
del conocimiento nos permiten la opción de la voracidad.
Y así es que La música (pop) y nosotros termina sirviendo, ya lo ven, como punto
de encuentro para musiqueros insaciables,
que somos muchos más de los que pudiera parecer. José Luis materializa su
empeño de “soltar el peso muerto de los prejuicios”, explicitado en las
primeras páginas, y se embarca en un recorrido por estos últimos 60 años de
canciones: esas pequeñas arquitecturas sonoras de apariencia humilde, pero capacidad
potencial para albergar volúmenes ingentes de belleza y hasta significados
profundos y personalísimos para todo aquel que las recibe. Haremos bien en
aprovechar nuestro tiempo en la Tierra para seguir disfrutando de ese hechizo
singular, mágico, científicamente inexplicable. De lo menos apetecible que
tiene morirse es sospechar que en la otra vida, aun si la hubiera, no
encontraremos discos de vinilo.
Este es el epílogo que Fernando Neira -autor de la mejor web
dedicada a la música (pop): www.undiscoaldia.com)- escribió para mi libro La
música (pop) y nosotros, publicado en 2021 por Sílex ediciones.
En la primera foto, un jovencísimo Jaime Stinus (a la derecha del todo) comenzando en esto de la música (pop).
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