Una historia de crimen y memoria en Irlanda del Norte: No digas nada
En el reputado ranking de FilmAffinity, hay una serie que aparece como la novena mejor de todas las estrenadas en 2024, como la número 49 de las mejores miniseries de televisión de todos los tiempos y en el puesto 105 de las mejores series del siglo XXI, su título: No digas nada (en su idioma original: Say nothing), una portentosa narración cinematográfica de buena parte del terror relacionado con el nacionalismo norirlandés durante el último cuarto del siglo XX.
Dividida en 9 capítulos de unos 45 minutos cada uno, dirigidos por Michael Lennox (4 de ellos) Anthony Byrne, Mary Nighy y Alice Seabright, el creador de No digas nada es el estadounidense Joshua Zetumer, autor asimismo de su guion (junto a Clare Barron, Kirsten Sheridan y Joe Murtagh), que es una adaptación del libro de Patrick Radden Keefe Say nothing: a true story of murder and memory in Northern Ireland¸ publicado en 2018 (y traducido a mi idioma dos años después con el título de No digas nada, una historia real de crimen y memoria en Irlanda del Norte).
Su excelente elenco actoral está encabezado por Lola Petticrew y Maxine Peake,
excelentemente acompañadas por Hazel Doupe, Anthony Boyle, Tom Vaughan-Lawlor, Rory
Kinnear, Emily Healy o Laura Donnelly,
principalmente.
La excelente fotografía de este thriller basado en hechos reales (el secuestro de una viuda ante sus diez hijos, muchos pequeños, a cargo de miembros del Irish Republican Army, IRA, es su hilo conductor de salida) corrió de cuenta de David Raedeker, Kaname Onoyama y Stephen Murphy.
No
digas nada pone frente al espectador, sobre todo, “un retrato
complejo y devastador de Irlanda del Norte y de las vidas arruinadas por el
conflicto”, tal y como considera Benji Wilson para Telegraph, de manera que se asiste al contemplarla a una
explicación (narrativa, cinematográfica) de algo que puede llevar a
determinadas personas a desconsiderar la vida de los demás y también de los
estragos que sus actos bárbaros causan no solamente en sus víctimas sino, en
ocasiones, en ellas mismas.
A mi modo de ver, bajo la apariencia de poder provocar
una cierta empatía con los y las terroristas norirlandeses católicas, lo que en
realidad se exhibe con la suficiente y necesaria crudeza en la serie es el
sufrimiento infligido por ellos y ellas. Todo de una forma conmovedora y
profundamente artística. No estamos, no quiere serlo en modo alguno, ante un
documental. Estamos ante una película seriada, muy bien dividida en (nueve)
episodios.
¿Qué alimenta las cabezas y los corazones de los
jóvenes motivados para luchar por algo que consideran justo utilizando
cualquier medio a su alcance, incluido el asesinato transformado a sus ojos
insensibles en ajusticiamiento? Los 400 minutos de No digas nada no necesitan responder esa pregunta para ser una obra
cinematográfica de primer nivel. Extraordinaria.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.