JCO no me entusiasma con Carnicero
En 2024 la excelente escritora estadounidense Joyce Carol Oates publicó su novela Butcher, traducida magníficamente a mi idioma por Núria Molines Galarza con el título de Carnicero y dedicada por su autora explícitamente a aquellas mujeres (maltratadas) silenciadas y aquellas otras que sí dejaron escuchar su voz, a “las olvidadas y a las que la Historia recuerda”.
“Como las mujeres
paren con dolor, Dios, en Su misericordia, borra el recuerdo; gracias a ese
olvido la raza humana se perpetúa, algo que no sucedería, con toda
probabilidad, si fueran los varones y no las mujeres quienes quedaran preñados
y obligados a dar a luz”.
La novelística habitualmente
admirable de la (muy) prolífica Joyce Carol Oates no aparece en Carnicero.
O, al menos, yo no acierto a verla, a leerla, a sentirla. Aunque en un momento
dado, uno de sus principales personajes diga que “la poesía es el discurso del
alma”.
Al protagonista de la novela (“padre
de la ginopsiquiatría moderna”) le escuchamos durante casi toda ella
soltar bobadas insufribles de chiflado con poder social (es médico) de este
calibre:
“Que cien sujetos
experimentales mueran para que uno solo viva y así hacer progresar a la ciencia
médica… ¿Por qué es tan difícil de entender? Los científicos no somos
depredadores de lo prescindible, sino que aprovechamos lo que la Providencia
nos ha dado mediante individuos de valor cuestionable, como lunáticas,
convictos y otros internos de instituciones diversas que viven a expensas del
erario público”.
Sylas Aloysius Weir, “carnicero de muchachas y mujeres”. A quien se le supone representante de una manera de pensar y actuar de la ciencia ejercida solamente por los hombres con un auténtico desprecio por la dignidad humana de las mujeres (“¡Inhumano! ¿Qué dices? Esto es ciencia, no sentimientos”):
“Está claro que la
enajenación mental en las mujeres es consecuencia de las infecciones, en
particular, de los genitales femeninos, responsables de un amplio espectro de
estados de ánimo, fugas disociativas, excentricidades, «caprichos» y cosas por
el estilo, así como manifestaciones más graves de lo que se considera locura”.
En los agradecimientos que despiden el libro, la autora de Blonde nos aclara que “esta es una obra de ficción que incorpora episodios de la vida de diversos personajes históricos: el doctor J. Marion Sims (1813-1883), «padre de la ginecología moderna»; el doctor Silas Weir Mitchell (1829-1914), «padre de la neurología moderna», y el doctor Henry Cotton (1876-1933), director del Manicomio Estatal de Lunáticos de Nueva Jersey entre 1907 y 1930. Varios pasajes, repartidos a lo largo del texto, son adaptaciones de fragmentos de The Story of My Life (1888), de Sims”.
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