Invierno

Tiene el invierno un triste silencio de bosque y madera como jarcias,

un espíritu blanco de murmullos,

tiene un aroma a humo y viento, a serenidad de final del mundo.

Tiene el invierno un inmenso sol refugiado en nuestras vértebras

vestigio de un mundo sin humanos, tan anterior al disparo y al beso.

Tiene el invierno tanta soledad como memoria de un fuego foráneo,

como espasmo ante la muerte y su mortal marca de nieve.


 

Estoy viajando en un tren: sueño instantes de plata a toda velocidad,

bajo el sosiego de los siglos me adormece el vértigo y su paisaje,

es un recorrido por este país de países enloquecedor en sus ráfagas de trueno,

algo así como un futuro añorado y un pasado inescrutable y un presente imaginado.

Estoy viajando sobre un huracán cernido al único ojo de un cíclope,

acudo a los días que fueron, oteo los que serán porvenir,

me ciño a sus ojos de miel ahora y siempre, a su sonrisa victoriosa y a su nombre,

con ella como estandarte sobrevivo, disfrutando cuando disfruto,

amando en su amor cuanto amo:

soy un solsticio de invierno desatado.

 

Me detengo a considerar que el invierno se acerca como plomo helado a nuestros días de invierno

y no soy capaz de concluir otra cosa que eso del paso del tiempo

tiene un pase de pasado sin tiempo para el presente

que ignora el porvenir desde su rígida consistencia planetaria y estelar y de universo milenario.

Lo considero y dejo de detenerme y camino para internarme

en los días del nuevo invierno madrileño, afortunadamente rutinario y elemental,

diáspora de semblantes, plano y analfabeto, impasible, elocuente

a la manera de las estaciones que van y vienen y nunca lo son del todo,

inmersas como están en el mero tránsito hacia la nada, que es,

según dicen, de donde vienen una y otra vez.

Llega el invierno pero los poetas murieron antes.

 

Cada vez que el cielo de Madriz quiere ser el mundo,

recuerdo los días de mi infancia en los que en invierno

la vida seguía siendo una posguerra

de la que los niños no sabíamos nada,

únicamente que a nosotros nos habían dejado fuera

para jugar al balón o saltar a la comba.

 

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