Mi sangre encendida de rocanrol y poesía
Se desliza por mi piel la lágrima que ha explotado en la cápsula donde la aguja roza el vinilo para hacer brotar esa magia humana de cielos y mares y praderas y aceras y jardines, de fuentes en las tardes de la niñez, de sudor de las mañanas de los sábados y de noches esperando nada, esa espléndida raza de dioses que arañan la ciudad con guitarras y las teclas de un piano de ámbar y platino, relucientes en los cristales de las gafas de Roy Orbison, en las patadas al aire de Elvis, en los versos de dolor de Costello y en las pulsaciones prístinas de los Byrds o en las maravillas como augurios de todas las notas musicales de los Beatles, brillantes vibraciones populares de la mítica ruta de la sal común, benditos seáis Diego (Manrique), Jesús (Ordovás), Rafael (Abitbol), encendidos predicadores sobre mi sangre encendida de rocanrol y de las poesías bruñidas en los sueños de mis amigos los músicos, ese oro que da valor a todo cuanto ellos tocan y que de verdad nos hace ser los humanos que somos.
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