El recuerdo, la percepción y el vaticinio


Aconsejaba a sus alumnos Juan de Mairena (aquel profesor ficticio creado por el excelentísimo poeta español Antonio Machado), allá por los años finales del siglo XIX, que no se asombraran preferentemente por ninguna de estas tres cosas: ni por el recuerdo, ni por la percepción ni por el vaticinio:

 

“De este modo ganaréis en docta ignorancia, mejor diré, en ignorancia admirativa, cuanto perdáis en saber ficticio o inseguro”.

 

Menudo asunto el de recordar, percibir y vaticinar. Nos va la vida en ello.

Vivimos del recuerdo, la percepción y el vaticinio. Vivimos en el recuerdo, en la percepción y en el vaticinio. Somos fuimos por medio del recuerdo, creemos ser bajo la percepción y pensamos que seremos con el vaticinio.

Deberíamos saber que la Historia se vale del recuerdo, emplea la percepción y ayuda poco en el vaticinio.

Somos pasado y presente. El futuro no espera a nadie.

Recordamos (mal), percibimos (regular), vaticinamos (fatal). La razón se ausenta del recuerdo a menudo, ayuda lo que puede en la percepción y se persona malamente, con desidia, en el vaticinio.

Lo que fue queda (mal) en la memoria, lo que es se fija (regular) en nuestros sentidos y lo que será tiene mala pinta a la larga porque sabemos que acabará de la peor manera. Morirse es la peor manera de acabar algo. O tal vez no. Quién lo sabe. El caso es que ni lo recuerdo ni lo sé.

 

                                       [arte: fotografía de Bob Collins]

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