Wild Nick Cave God: cuando el lado oscuro no nos devora
“Hola. Soy Nick Cave y estas son las Malas Semillas. Nueve de cada diez veces, Nick Cave ataca sus conciertos con estas pocas palabras. He visto a la banda dieciocho veces en el escenario y las pocas veces que no dijo eso, el concierto fue menos bueno. The Bad Seeds... Quizás la mejor banda del mundo, con The Clash”. Eso contaba el cineasta y músico francés Bertrand Bonello, en el verano de 2024, en la revista Les Inrockuptibles.
Bonello explica que entre 1990 y 2003 tuvo lugar la invención de un género: el crooner punk. Su creador, Nick Cave. Él y su grupo.
“Nick Cave no
le teme a la muerte, pero la muerte está en todas partes a su alrededor. En
primer lugar en sus canciones, donde constantemente se codea con el amor y con
la fe. Con la Biblia en una mano y las drogas en la otra, Cave está obsesionada
con el pecado, la redención y la fe: a través del amor y la destrucción”.
Anita Lane murió, al igual que
Rowland S. Howard, Tracy Pew, Roland Wolf, Conway Savage, músicos de The Bad
Seeds. Su hijo Arthur murió en 2015. Su hijo Jethro muere en 2022. La muerte
es el terreno de Nick Cave.
Cave, que, como Bob Dylan, es ante
todo un narrador de historias, concluía precisamente su noveno álbum, Murder
ballads, de 1996, con una versión del genial Premio Nobel de Literatura, Death is not the end,
donde cantan con él (y el baterista y el guitarrista de The Bad Seeds: Thomas
Wydler y Blixa Bargeld) Anita Lane, Kylie Minogue, PJ Harvey y Shane MacGowan.
Cada uno de ellos canta un verso de la única canción del elepé en la que no se
cuenta la historia de una muerte real. "No es el final, no es el final /
Sólo recuerda que la muerte no es el final".
Nick Cave, el rey-profeta de las
resurrecciones, las rupturas, las transfiguraciones. El emperador musical de la
oscuridad. Su décimo octavo elepé con The Bad Seeds, Wild God, apareció
en el verano de 2024. Pocos días después de la publicación de esa nueva joya
del artista australiano (nacido en 1957), dos, el 1 de septiembre, escribía el
crítico musical Esteban Linés en La Vanguardia (en un artículo
titulado ‘Ya basta de tantas penas’) que “Nick Cave cierra el círculo,
un fascinante y personalísimo círculo, con una obra a la altura del mismo, es
decir, sobresaliente”, una obra conceptual, “tanto lírica como sonoramente”.
Sólo un día antes, el 31 del mes de agosto, pudimos leer en El Periódico a Jordi Bianciotto opinando sobre Wild God, “un estallido de vitalidad a través del misterio, el dolor y la pérdida, todo reflejado en diez canciones hermosas y convulsas que refrescan el canon expresivo de ese formidable artefacto llamado Nick Cave and The Bad Seeds”. Para Bianciotto, el disco llegaba tras “una serie de álbumes decantados por el mantra sigiloso y minimalista, con unos Bad Seeds de perfil bajo o nulo”, de forma que Nick Cave regresa una vez más “a cambiar de ciclo”, pasando “del duelo a la aceptación, y de ahí al júbilo”, también “del arreglo electrónico microscópico al músculo y a una mayor corpulencia sónica”, más fiel a su banda de tantos años.
“Tras el calvario,
se ha abierto el cielo y el crooner predicador abraza la existencia terrenal
sin abjurar del diálogo trascendente”.
Bianciotto nos recuerda que “Cave
siempre ha concebido el arte musical con una expresión que surge de la herida
anímica, del pozo que cada uno tiene en su interior” y nos aclara que Wild
God vendría a ser “la ventana abierta tras la reclusión”, un álbum que “reserva
canciones sustanciosas y celebrativas, con agudas soluciones instrumentales,
oleajes corales arrolladores (oigan Conversion)
y un halo final de apaciguamiento encandilado que se percibe en esa pieza, O
wow o wow (how wonderful she is), dedicada a Anita Lane”. Conversion,
esa maravilla que a mí me parece la mejor, que ya es decir, de todo el álbum,
junto quizás a la que le da título.
“Exaltación y alegría
después del luto”.
El propio Cave ha explicado que Wild
God “está lleno de un extraño optimismo” y es “una especie de
reconocimiento del lado oscuro de las cosas, sin que nos devore”.
Bonus track
Otra canción magnífica del álbum es Long
dark night, inspirada en un poema extraordinario y muy reconocible, ‘La
noche oscura del alma’, escrito en la segunda mitad del siglo XVI por el monje
místico católico español Juan de Yepes Álvarez, cuando ya profesaba como Juan
de la Cruz, casi dos siglos después santificado como San Juan de la Cruz.
“Para contar un sueño, cuando soñar
es todo lo que siempre haces/Pero las cosas no fueron tan buenas, no puedo
tomarlo a la ligera/Mi pobre alma, estaba pasando una noche oscura/Fue una
noche larga, una semana, tal vez un año”, canta Nick Cave en compañía de The
Bad Seeds en esta balada tan profundamente humana.
‘La noche oscura del alma’ está en la
base creativa de todo Wild God.
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