Los rangos de robustez de Wim Mertens
Un mes antes de publicar su álbum número ¿70? (Ranges of robustness), el genuino músico belga Wim Mertens concedió una entrevista el día 15 de junio de 2024 al periodista musical español Ismael G. Cabral para la revista especializada en la llamada ‘música contemporánea’ El Compositor Habla. Este artículo se basa (aprovecha) en buena parte de lo que el prolífico multiinstrumentista y compositor dijo en ella. (Pero no solamente, de hecho, sólo de alguna manera).
Aunque la carrera como productor de Mertens es incluso
anterior, publicó su primer álbum en 1982, For amusement only (The sound of
pinball machines), eso sí con el nombre artístico de Soft Verdict, pues era
obra suya y de Gust De Meyer, un disco de música electrónica ya minimalista, y,
por supuesto, experimental.
Dice de él Ismael G. Cabral que “lleva más de 40 años
derribando las fronteras entre la música clásica y el pop y su estado actual es
de incesante creatividad”. Mertens, que encontró en la música
minimalista hace décadas “un orificio por el que huir llevándose consigo
algunas de las esencias más reconocibles de aquella estética”.
A Wim Mertens lo que le interesa a la hora de componer
es desafiarse a sí mismo y ver si es capaz de hallar una nueva idea. Lo
que le interesa es el futuro.
“Así que el desafío de
componer no está relacionado con mirar atrás, a lo que hiciste, al contrario,
es un reto que parte del ahora hacia el futuro. Mi ambición musical nunca ha
tenido que ver conmigo en tanto que ser humano; siempre creí que mi música, con
el tiempo, se convertiría en la idea de una época, en la pintura de un tiempo
que fue. Y el tiempo tiene un triple aspecto: de pasado, presente y futuro”.
Para ser músico, argumenta, se necesita el pasado,
pero para crear, para crear música, él emplea “la estrategia del olvido”,
intenta liberarse “en lo posible de todo lo académico, de buena parte de una
educación musical que ofrecía pocos elementos estimulantes desde los que poder
descubrir cosas nuevas”.
Música de vanguardia la suya, sin duda, que está, ya
lo he dicho, adscrita a la conocida académicamente como música contemporánea,
un tipo de música que ha sufrido etiquetas ya poco empleadas como nueva
música o aquella otra de new age. Etiquetas que son para Mertens “ya
completamente inútiles”.
De Ranges of robustness (es decir, Rangos de
robustez) dice su creador que en él asistimos a cuanto tienen de
complementario dos nociones: la robustez y los rangos. La robustez nos habla de
“algo rígido, algo fijo, algo que permanece igual y que puede tener la
capacidad de resultar amenazante, algo a lo que se le teme, algo con lo que no
estamos seguros de cómo confrontará con nosotros”. Los rangos representan “el
matiz, algo positivo”, representan “la vida, la esperanza, el juego y el tomar
riesgos para encontrar tu propia voz y tener una vida propia y vinculada a la
noción de realización. No en el sentido de una realización cerrada, si no en el
sentido de una realización abierta”.
Escuchar esta obra desde luego es algo Sensacional. Escuchemos
a Mertens (exultante por haber “trabajado con una potente sección rítmica,
con guitarras eléctricas y con percusión”) hablar de ella. Dice que en Rangos
de robustez se han empleado deliberadamente los cuatro grupos
instrumentales tradicionales: percusión, cuerdas, instrumentos de viento y el
arpa. Sí, el arpa.
“El arpa es central en mi
evolución y está presente en mi música desde 1980. Desde el principio la he
utilizado porque su sonido, cuando lo produces, va en todas las direcciones.
Por esta razón el arpa no es, digámoslo así, el instrumento favorito en la tradición
de la música occidental, sencillamente porque no puedes controlar al cien por
cien hacia dónde se dirigirá el sonido. Es de este modo que tiene un lugar muy
limitado en la orquesta clásica”.
Mertens explica que “entre los grupos instrumentales
tiene que haber solidaridad para que todo funcione, pero ojo, también es una
cuestión de rivalidad”. Argumenta el músico que “hay una especie de competencia
entre las distintas familias obligadas a trabajar juntas en la música sinfónica
occidental”, de tal manera “que a los instrumentos de cuerda no les gusta tener
a doce o catorce vientos detrás de ellos cuando están tocando, y a los de
viento no les hace ninguna gracia sentir el aliento de seis percusionistas a
sus espaldas”. Se trata de “rivalidad y solidaridad al mismo tiempo”.
Nueve son las canciones de Ranges of robustness,
aparecido dos meses antes de que Mertens cumpliera 71 años: Betont (que,
con sus casi cinco minutos de cabal duración, nos mete de lleno en la
corpulenta pujanza escalonada de esta maravilla), Matching
markers, The tinter (la más corta, de
apenas 1 minuto y 16 segundos), Polytics, Earth's pores, Drenches
in zink (la más larga, con sus casi ocho minutos), Signs
of lines, Marina's music y Modally
robust.
Y 21 son los instrumentos que podemos escuchar en el
álbum, tocados por la Wim Mertens Ensemble: el clarinete bajo y el
clarinete contrabajo (a cargo de Katrien Noel); el chelo (tocado por Justus
Grimm, Lode Vercampt y Veerle Simoens); el clarinete (Bart Watté y Dirk
Descheemaeker, que también hace sonar el saxofón soprano); el contrabajo (Joris
Vanvinckenroye y Ruben Appermont); la flauta, la flauta alto y el flautín (Sabine
Warnier); la trompa (Marc Peremans); la guitarra y el bajo (Peter Verbraken);
el arpa y el arpa céltica (Hanna Grociak); la percusión (Evert Van Eynde); el
piano (a cargo del propio Wim Mertens, director de la orquesta), los cuatro
saxos (el soprano, el alto, el tenor y el barítono, tocados por (Hendrik
Pellens); la trompeta (Ward Hoornaert); la viola (Liesbeth De Lombaert y Marc
Pijpops); y el violín (Bart Lemmens, Wibert Aerts y Wietse Beels).
Los 7 minutos y 21 segundos de la espléndida Marina's
music los compuso Mertens para dedicárselos a su admirada
poeta rusa de la primera mitad del siglo XX Marina Tsvetáieva, de la que
puedes leer un poema suyo a continuación:
A Rainier Maria Rilke
Rainer, quiero encontrarme contigo,
quiero dormir junto a ti, adormecerme y
dormir.
Simplemente dormir. Y nada más.
No, algo más: hundir la cabeza en tu
hombro izquierdo
y abandonar mi mano sobre tu hombro
izquierdo, y nada más.
No, algo más: aún en el sueño más
profundo, saber que eres tú.
Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y
besarlo.
Ni sé lo que es ni importa eso del minimalismo,
pero cada vez tengo más necesidad de escuchar alguno de mis días la música de
Wim Mertens.
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