María Tena y La vida al borde


La sexta novela de la escritora española María Tena se titula La vida al borde y apareció a finales de 2023.

 

“Las cosas nos definen, cada objeto que dejamos atrás se lleva un trozo de nuestra vida”.

 

Teresa siente un pinchazo en el pecho, se lo toca: “un pequeño garbanzo en el lado izquierdo”, como un perdigón. Teresa “no se atreve a mirarse al espejo”. Llega el miedo que, “como un viejo conocido, ronda por su garganta y acaba instalándose en el estómago”. Y el hospital…

María Tena borda con palabras un estremecedor y, al mismo tiempo, amable ejercicio literario de esos en los que quienes leemos asistimos a las vidas de personas que somos capaces de identificar, reconocer, comprender. Vivir. Porque, “con la edad, si no se sonríe, si no se besa lo suficiente, los labios se borran”. Y eso es lo que acaba por ser, tal y como imagino que María Tena pretendiera, La vida al borde: un delicado grito para enseñarnos a reconocer cómo la vida va pasando en los entretantos, en aquellos intermedios en los que el tiempo se nos escapa.

 

“Hacer la comida, trabajar, procurar no estar sola ni un momento. Leer, escribir, no pensar en ese tiovivo, el timo de la vida. Resignarse”.

 

El timo de la vida. “La vida, que hace su oficio”. A Teresa, toda esa vida suya tan ordenada no le ha valido para nada ante la lotería de ese “jodido bulto” que hace que todo tiemble en medio de la furia: “la injusticia y la impotencia se le trepan a garganta”. Pero Tena no deja que su protagonista se vaya a ningún sumidero mecida por el trauma, porque lo que consigue es convertir a Teresa en alguien que —a sabiendas de que “la madurez es ir perdiendo todo (el brillo de los ojos, el color del pelo, la fuerza de los brazos, las ganas de reír, las ganas de llorar)” y de que “nos vamos pareciendo a un desconocido que también somos nosotros”—, gracias a enviar esas botellas que enviamos al mar cuando escribimos, vence a la soledad desahogándose.

 

“Y tiene los libros con todas sus historias, los mejores amigos para luchar contra el miedo a no ser, a no salir de aquí, un balcón a ese mundo que apenas se insinúa detrás de estas ventanas alineadas como las de un transatlántico. Los libros, que la llevan muy lejos, a países sin hospitales, sin médicos, sin cicatrices”.

 

Gran parte del encanto de la novela de María Tena reside en su rotunda forma de instalar a los hospitales (esos sitios donde “es muy difícil dormir” porque a ellos no vamos a dormir sino a curarnos, en los cuales no pueden operarnos de nuestros recuerdos) como ámbito literario y posarlos en un lugar de honor memorable.

 

“Hay médicos que dicen mentiras y otros que, para curarse en salud, exageran el mal. Muchos se quedan sin vacaciones, pasan noches en vela, y otros abandonan a los moribundos a su suerte. Enfermeras pacientes y enfermeras que pierden los nervios. Camilleros que siempre hacen la broma de rigor y que, no se sabe por qué, suelen ser simpáticos y muy cariñosos. Hospitales casi vacíos en verano, en Navidad. Personas sanas que no saben que están enfermas y enfermos que consiguen parecer sanos”.

 

Aunque vemos “la puta realidad, la vida al borde”, al fin y al cabo, “todos tenemos una vida única. La mejor fiesta es seguir por aquí, amanecer cada mañana”.

Mi primera novela de María Tena no será la última.

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