Triet y Hüller ejercen la magia innegociable del cine en Anatomía de una caída

El cuarto largometraje de la cineasta francesa Justine Triet se titula Anatomía de una caída (Anatomie d'une chute, en su lengua original), dura dos horas y media y fue estrenado en 2023, de hecho, FilmAffinity la considera una de las mejores cien películas de la historia del cine francés y la decimoprimera mejor de aquel año.


Escrito brillantemente por la propia Triet y por Arthur Harari, este drama judicial, este thriller, está interpretado majestuosamente por una impecable Sandra Hüller, muy bien secundad por el niño Milo Machado Graner y, también, por Samuel Theis y Swann Arlaud, al frente de un elenco sensacional.

La premiadísima Anatomía de una caída (Oscar al Mejor guion original, Globos de Oro al Mejor guion y a la Mejor película de habla no inglesa, BAFTA al Mejor guion original, César a la Mejor película y a la Mejor dirección, entre otros, y Goya a la Mejor película europea) cuenta con la fotografía de Simon Beaufils.

El polémico crítico cinematográfico Carlos Boyero escribió en El País una de esas diatribas que tanto encorajinan a sus abundantes detractores, una estupidez de las (para mí inhabituales) suyas diciendo de ella que es una “retorcida, ambigua y aceptable intriga”. Boyero afirma seguir “con interés relativo” y fatigosamente la historia de la protagonista, acusada del asesinato de su esposo, y admite que “hay cosas que no acabo de entender”, algo que no sabe “si es debido a mi cortedad mental o a que no me lo cuentan bien”. Contarlo lo cuentan estupendamente, así que es posible que se durmiera viéndola o que su cortedad mental sea algo con lo que yo no contaba.


Estoy (sin que sirva de precedente) más con su compañera de diario, Elsa Fernández-Santos, a quien la leo que, en Anatomía de una caída, “la directora disecciona de forma bastante asombrosa una relación matrimonial”, montando “un rompecabezas afectivo urdido con enorme originalidad”.  

 

"Una brillantísima película, perfectamente ajustada y medida. (...) que también habla de cómo la ficción puede apropiarse de la realidad para, a partir de sus mecanismos, mostrar el desgaste que el sufrimiento implica en las relaciones afectivas”.

Àngel Quintana (Caimán)

 

Lo que yo vi cuando la disfruté es que la película “ni trata de aleccionar, ni señala con el dedo”, como escribe Philipp Engel de ella en La Vanguardia, sino que “prefiere cultivar una sugerente, misteriosa, incluso perversa, ambigüedad”.

Eso es, perversamente ambigua… Que no me salía la expresión.

(Yo la habría titulado ¡Como tenga que subir yo a bajar la música!)

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