Medio mundo sueña con los goles de Butragueño
En el verano de 1986, cuando yo hacía la mili en el batallón Otumba de carros de combate, perteneciente al regimiento de infantería Vizcaya número 21, en la base militar de Bétera (provincia de Valencia), era el primero en leer allí los periódicos del día. Cosas de trabajar en las oficinas de la Plana Mayor de mi batallón y de llegar antes, claro. Madrugar por obligación.
Querétaro está en México. A los españoles nos suena especialmente esa ciudad porque en su principal estadio, el día 18 del mes de junio del año 1986, Emilio Butragueño jugó un partido de fútbol de auténtico ensueño. Ensueño español, no danés. Cuatro goles.
Leo ahora que incluso en 2013, tantos años después, aquel
partido que España le ganó a Dinamarca 5-1 en la Copa del Mundo (decimos siempre
Mundial, pero se llama así: Copa del Mundo de Fútbol) del año 1986, fue propuesto
por México como candidato a ser considerado Patrimonio Deportivo Histórico del Mundo.
Al estadio La Corregidora le cupo el inmenso honor de ser
el escenario de aquel prodigio que yo vi en las instalaciones de mi compañía militar
a una hora tardía (pero consentida por los mandos castrenses), acompañado de vascos
emocionados y catalanes exultantes, de manchegos y madrileños y andaluces felices…
Españoles muchos sólo por un buen rato de auténtica comunidad coronaria.
La Selección española (masculina) de fútbol fue capaz de ganar en octavos de final a una selección danesa que había dado en la fase de grupos señales de excelencia invencible. No me importa en que quedó aquella candidatura del encuentro a Patrimonio Deportivo, porque entiéndeme a lo que te voy, lo que quiero contarte es la mañana siguiente, cuando en uno de los dos diarios locales valencianos pude leer en su portada (creo que era la del Levante y realmente era en su primera página que mal llamamos portada) lo de MEDIO MUNDO SUEÑA CON LOS GOLES DE BUTRAGUEÑO. Menudo titular.
Aquellos cuatro goles de Butragueño los habré visto después
docenas de veces. Pero ahora lo que quiero es tratar de explicarte quién era (para
mí y para muchos) en aquellos años de mi vida Emilio Butragueño.
Butragueño, el Fútbol. El Madrid anterior a Raúl y posterior a Amancio. Emilio, que detenía el tiempo antes de que Xavi lo detuviera mucho más lejos de la portería rival. Butragueño, el sencillo chaval que decía jopelines cuando le hacían una entrada dura y que levantaba la mano hacia el cielo cada vez que acababa con magia la magia de aquellos años de su Quinta, la Quinta del Buitre, los tiempos en que unos chavales de Madrid vinieron a rescatar el fútbol de las catacumbas de las patadas y del esfuerzo consagrado como si su solo desempeño fuera un mérito. Arte, sudor y lágrimas.
-Qué mal le sentaba el simplón sobrenombre de Buitre
a tu gallardía de chico disfrazado de ángel fulminante pero hermoso.
-Bueno, sí, ¿no?
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