La disolución de ETA político-militar al final de la Transición
Pendiente como estoy del noble empeño historiográfico capitaneado por el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, acabo de leer su libro (coordinado junto a Sara Hidalgo García de Orellán) Héroes de la retirada: la disolución de ETA político-militar, una nuevamente espléndida compilación de textos imprescindibles sobre el terrorismo nacionalista vasco publicada en 2022: textos escritos por diversos especialistas, historiadores quiero decir (historiadores la mayoría, pero también como historiadores escriben aquí los politólogos y periodistas que no lo son plenamente). Un volumen dedicado a la memoria de las víctimas de aquella rama de la organización terrorista vasca ETA que fue conocida como ETA político-militar (ETApm) que se abre con una cita del intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger que comienza así:
“El lugar del
héroe clásico han pasado a ocuparlo en las últimas décadas otros protagonistas,
en mi opinión más importantes, héroes de un nuevo estilo que no representan el
triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la demolición, el
desmontaje”.
Conviene tener presente al leer este libro
que “el bien en sí es inocuo, pero en su nombre se cometen las mayores
barbaridades”, tal y como nos dice en su prólogo el escritor Felipe Juaristi.
ETA, cualquiera de sus ramas, la político-militar también, fue una de esas
fuerzas humanas que pretendía luchar contra el mal y corregir las injusticias,
pero… Y, en este caso, el pero lo es todo.
Los dos coordinadores del volumen nos
explican en su introducción que Héroes de la retirada… trata de una de
las causas “que permitieron el descenso de la violencia terrorista en España:
el proceso de disolución de ETA-pm, y de su impacto en diversos campos, como el
político, el social, el legislativo o el cultural”. A los responsables de este
libro les ha parecido “interesante y pertinente” que, en el 40 aniversario de
la disolución de este grupo terrorista, se publicara “esta investigación que,
desde la multidisciplinariedad, reflexiona sobre un proceso histórico único y
singular en el contexto vasco y español, y su influencia”. Fernández e Hidalgo
consideran que “la operación de disolución de ETA-pm tuvo muchas aristas,
estuvo atravesada por emociones fuertes (nadie se fiaba de nadie, pero todos
tenían que tener confianza en el otro) y se arriesgó mucho para conseguir que
las armas de esta organización dejaran de matar. Eso sí, quizás uno de los
reversos más oscuros fue el olvido al que quedaron condenadas la mayoría de
las víctimas, derivado del propio pacto de disolución y su amnistía
encubierta pactada. En esta obra hemos querido darles voz y
visibilizarlas, para evitar que el olvido al que quisieron relegado a sus asesinos
se reproduzca en el ámbito académico”.
Visibilizar a las víctimas. No lo olvides.
El catedrático de historia contemporánea Santiago
de Pablo escribe el capítulo segundo, titulado ‘Entre la libertad y la
ira: la Euskadi de la Transición (1975-1982)’, un excelente análisis de la
historia política de aquellos tiempos en la patria de los terroristas
vascos.
“La anterior
narrativa idealizada de la transición pacífica corre el riesgo de ser
reemplazada por el mito de una Transición sangrienta, tan falso como el
anterior. Es decir, a fuerza de querer desprestigiar a la Transición, no solo
se acentúan los episodios trágicos de esa etapa, sino que se hace responsables
de ellos a los actores del proceso democratizador. Esto es especialmente
injusto porque quienes provocaron casi todas esas muertes fueron precisamente
los que querían hacer fracasar la Transición”.
Aquellos grupos que querían que la Transición
fracasará se situaban a ambos extremos del arco político y eran minoritarios,
si bien “en el País Vasco tenían una presencia mucho más significativa: ello
era debido a la existencia de las dos ramas de ETA escindidas en 1974, ETA-militar
y ETA-político-militar”. Ambas ramas enseguida articularon en torno a ellas una
serie de redes políticas y sociales, “incluyendo sendos grupos políticos
representantes de la denominada izquierda abertzale: Euskadiko Ezkerra (EE) y Herri
Batasuna (GB): “desde un punto de partida similar, las dos ramas de la
organización terrorista tomaron caminos divergentes, mientras ETA-m insistía en
la vía del terror, ETA-pm comenzó una senda que no sin contradicciones terminó
con su disolución en septiembre de 1982”.
El propio Gaizka Fernández Soldevilla escribe
el cuarto de los capítulos de este libro, el titulado ‘ETA político-militar,
de principio a fin’.
“Incapaz de
imponer su punto de vista, el frente militar se escindió de ETA, no sin antes
apropiarse del dinero (20 millones de pesetas) y las armas (500 pistolas, 50
fusiles y 40 ametralladoras). Liderada por José Miguel Beñaran (Argala),
la nueva organización pasó a denominarse ETA militar. Viendo que en España se
iba a instaurar una democracia burguesa, los milis anunciaron que
renunciaban a la lucha de masas para consagrarse exclusivamente a la lucha
armada. […] Con todo, en aquel momento, su especialización en la violencia y la
simplificación de la doctrina (adoptaron la versión más intransigente y sectaria
del nacionalismo) dio sus frutos. ETA militar sería una banda cohesionada,
jerarquizada, eficaz y letal, pero también pequeña.
En 1974, la
mayoría de los etarras se mantuvieron fieles al Comité Ejecutivo pero para
diferenciarla de la decisión mili, la organización fue rebautizada como ETA
político-militar: en lo ideológico, su nacionalismo e independentismo estaban
mitigados por cierta dosis de marxismo, en lo estratégico, ETApm pretendía
seguir conjugando política y violencia”.
Fue bastante habitual que ETApm fuese percibida como la ETA blanda. Pese a que su actividad era menos devastadora y mortífera que la de ETA militar, los datos demuestran que de blanda nada: entre el año 1977 y el año 1981 ETA pm cometió 138 atentados y causó 21 víctimas mortales.
En las conclusiones de su capítulo, Fernández
Soldevilla reflexiona sobre ETA pm y contextualiza su disolución en el proceso
histórico de la Transición. Consideraciones de historiador que me gusta tener
siempre presentes cuando trato de entender y explicar aquellos años.
“La mayor amenaza a la que tuvo que enfrentarse la Transición
fue el terrorismo, que pretendió hacer descarrilar la democratización de España
segando 498 vidas entre 1976 y 1982. […] Si la Transición llegó a buen puerto
fue gracias a la desaceleración de la violencia terrorista, que respondió tanto
a una actuación policial más efectiva como a la disolución de ETA-pm VII Asamblea,
[la cual] favoreció que se redujese notablemente los niveles de radicalización,
intolerancia y violencia en España en general y en Euskadi en particular, lo
que contribuyó a afianzar la democracia parlamentaria y la autonomía vasca. Fruto
del último consenso de la Transición, se trató de uno de los grandes logros
políticos de Juan José Rosón y Mario Onaindia y por ende de UCD y EE.
[…] No obstante, el proceso arroja sombras que no conviene ocultar, por un lado,
aunque el gobierno hubiera planteado que únicamente los séptimos que no
tuvieran delitos de sangre podrían acogerse a las medidas de reinserción, esa
exigencia fue completamente ignorante ignorada. […] Los sumarios en los que
había poli milis procesados sencillamente fueron sobreseídos. En resumen, se
trató de una amnistía encubierta”.
La periodista especializada en llevar a cabo estudios
sobre la Transición María Jiménez Ramos es la autora de ‘Olvido y
memoria de las víctimas de ETApm’, el sexto de los capítulos del volumen, cuya
aspiración es saldar, al menos parcialmente, todos los vacíos relacionados con “la
ausencia de reconocimiento y actos de memoria pública para perpetuar la memoria
de los asesinados, sobre los que en la mayoría de los casos se ha pasado de
puntillas en términos periodísticos y académicos”. Jiménez Ramos lleva a cabo “un
recorrido individual por las historias concretas de las víctimas de ETApm con
la intención de aportar luz no solo sobre las biografías de los asesinados sino
sobre la forma en la que los terroristas los señalaron, los estigmatizaron y
hasta los culparon de su propia muerte”. Y nos recuerda que el 75% de las
víctimas de ETApm fueron asesinadas en democracia. En cuanto al estado procesal
de esos asesinatos de los polimilis, en 12 fueron amnistiados sus ejecutores
(en 1977), 9 casos fueron archivados, uno expurgado, cuatro recibieron un sobreseimiento
provisional y sólo dos acabaron en sentencias, una condenatoria y otra
absolutoria.
[…]
Este texto pertenece a mi artículo ‘La disolución de ETA
político-militar al final de la Transición’, publicado el 19 de octubre de
2022 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE
ENLACE.
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