No hay mejor novela que la Historia: tras las huellas de un maestro republicano

El historiador Ángel Luis López Villaverde publicó el año pasado El ventanuco. Tras las huellas de un maestro republicano (Almud, 2018). 

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“No hay mejor novela que la Historia”, dice Luis Arroyo Zapatero en el prólogo de esta obra singular, como acaba el mismo conminándonos a “mantener a toda costa el entendimiento y el consenso sobre las cuestiones básicas de la vida social y política”, porque esa es la “única garantía” de mantener controladas las acechantes pasiones que se vieron desbordadas cuando los golpistas del 36 apagaron la luz.

Una biografía que es mucho más que una biografía

Plaza Mayor, Plaza de la Constitución, Plaza de la República, Plaza de España, Plaza Mayor. El tiempo, el cambio: la historia escrita por los historiadores. La Historia. La principal plaza de la ciudad manchega de Almagro es un magnífico ejemplo de cómo la sociedad civil sufre la historia. Los nombres de los lugares.

El protagonista de El ventanuco es el temperamental y muy sincero abuelo paterno del autor, el maestro que fuera el primer alcalde republicano de Almagro y que formó parte hasta octubre de 1936 del consistorio que en febrero de aquel año compuso el Frente Popular en aquella localidad, como miembro que era del partido azañista Izquierda Republicana (desde 1935, y su presidente en Almagro cuando se acordara la coalición frentepopulista). 

Detenido por los rebeldes golpistas, ya franquistas, en abril de 1939, pocos meses después cayó sobre él una pena de muerte y pasó a estar preso cerca de aquella Plaza de España, hoy Mayor, antes de la República, en el edificio cuyo ventanuco daba a dicho foro. El protagonista de El ventanuco es Don Alberto. Gervasio Alberto López Crespo, nacido en la conquense Villaconejos de Trabaque cuando reinaba la viuda de Alfonso XII. Muerto en Almagro el 25 de octubre de 1939, cuando ya Francisco Franco gobernaba dictatorialmente toda España tras ganar la Guerra Civil que los suyos habían provocado. Este libro es su historia. Nunca mejor dicho. Su historia y mucho más, porque en los libros de Historia, en los auténticos, nunca sólo se cuenta una historia. Nunca.

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Un libro de Historia

En El ventanuco vemos soñar al abuelo del autor, ya desde los años en que el caciquismo del régimen de la Restauración imperaba en la Castilla manchega (en Almagro, por supuesto), con un mundo redimido por el conocimiento desplegado a los ojos de todos. Le vemos también enamorar y enamorarse de Carmen Condés. Entendemos cuanto pasa porque su nieto nos lo cuenta con la herramienta de la literatura en su doble vertiente, la del mero artificio y la que hace distinguible a este libro sencillamente sencillo desde su complejidad de obra del arte historiográfico. Recorremos los años vitales de Gervasio Alberto López Crespo, los 47 años en los que aquel hombre pisó el sendero de la historia de los españoles con el caminar de los hombres de aquellos tiempos. Con el caminar de algunos hombres de aquellos tiempos. Con su propio caminar, no muy distinto del de otros y muy diferente al de otros muchos. Con su propio caminar, el de alguien a quien la muerte en una guerra civil le llevó hasta las páginas en las que su nieto Ángel Luis le devuelve un instante de eternidad, el que los historiadores en ocasiones saben infundir al fosilizado tiempo de las ruinas pretéritas.

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Almagro, calle Maestro Alberto López

El 29 de noviembre de 1963, Luis López Condés, el primogénito de Don Alberto, logró exhumar los restos de su padre de entre los acumulados en la denigrante fosa común del cementerio de Almagro. No fue algo habitual durante la dictadura franquista. Al igual que su padre, Luis, en un contexto histórico muy distinto pero heredero del republicano, sería, entre 1987 y 1995, alcalde de Almagro. Pese a las sabias palabras de Luis López Condés, en un acto de homenaje que se le tributó en 2016, “en política hay que olvidar tiempos pasados, huir del odio y del rencor y trabajar por el bien común”; su hijo, el autor de este libro, no puede evitar recordar que la Transición consistió en “un pacto de silencio tácito, incluso de olvido, para evitar que la memoria de la guerra contaminara” la consolidación ¿definitiva? de la democracia. López Villaverde insiste en que la equidistancia sobre aquellos años posteriores a la muerte de Franco ha traído “desmemoria”. También incide en que “no hay perdón colectivo sin reparación”. Reparación es la palabra, y mientras para algunos todo esto es una vuelta a empezar, para quienes son partidarios de las tesis del historiador y autor de El ventanuco todo esto no es más que la obligación que tenemos los seres vivos de recordar el pasado para que no nos envenene.

Hoy, en Almagro, el nombre de una calle recuerda la memoria de Gervasio Alberto López Crespo. Diríase que como este libro. Pero en realidad, este libro es más que la memoria de aquel hombre: es un libro de Historia. Palabras mayores.

Recordemos ahora, para acabar, una frase con la que empecé este texto: “No hay mejor novela que la Historia”. Ángel Luis López Villaverde no es novelista, es historiador, y todo aquello sobre lo que escribe, también El ventanuco, responde a la verdad histórica, debido a algo inherente a su oficio como es el compromiso social. Considera que el pasado sobre el que ha escrito en dicho libro es presente “porque lo sigue condicionando”. Esta “investigación microhistórica” no es una novela, pese a que se recurra a técnicas narrativas similares en contadas ocasiones. No lo necesita. Dice López Villaverde haber optado por una “narración omnicomprensiva” que rehúye la amabilidad como objetivo y que reconoce su carácter de producto no definitivo. De lo que no se da cuenta mi amigo el historiador Ángel Luis López Villaverde es que al decir eso lo que está diciendo es que a lo que ha recurrido es a su oficio, a su disciplina para explicar el pasado: a la Historia.

No es la historia (el relato) que se nos cuenta aquí “una historia de héroes o de villanos, sino de víctimas”. Es un relato histórico, ceñido a la verdad histórica, construido gracias a la función social que se le supone a una disciplina del conocimiento a la que llamamos Historia, “que no es una ciencia exacta”. Cuando se ejecutaba al protagonista de El ventanuco “se asesinaba a la República que él encarnó en Almagro”.
Gracias, Ángel Luis, por ahondar en algo que me gusta defender y que tan bien has llevado a cabo en tu libro: no hay Historia sin divulgación.



Este texto es un extracto de mi artículo 'Tras las huellas de un maestro republicano: López Villaverde, la memoria y la Historia', publicado el 8 de febrero de 2019 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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