No hubo un franquismo 'malo' y otro 'bueno'
Entre 1960 y
1975 se produjo en España un triple fenómeno, dominado, como siempre durante la
dictadura de Francisco Franco, por la figura preponderante del Generalísimo.
Por un lado el ya citado desarrollismo,
por otro un cierto deambular en el
filo de la incógnita permanente del ¿después
de Franco qué? y, por último, un leve
aperturismo a caballo del nuevo
nivel de vida, del acercamiento al estilo vital occidental, mediatizado de
alguna manera por el descenso de la actividad política directa del dictador,
cada vez más convertido en un mero símbolo −pero qué símbolo, dominador
absoluto siempre de las últimas decisiones− de la misma política irreductible e
incapaz de la reconciliación expresa con el vencido en la guerra de los años
treinta.
No obstante,
es preciso dejar claro, cuanto antes, que en ningún modo resulta procedente
identificar ese aspecto positivo del
franquismo en cuanto dinamizador de la sociedad española que dará como
resultado el Estado social y de Derecho, así como el Estado de bienestar de que
gozamos (esperemos que sigamos gozando este último cuando leas esto, lector,
dados los tiempos que corren, por cierto), con una divisoria de periodos según
la cual hubo un franquismo malo, el
anterior a la modernidad traída tras la decidida liberalización económica, y
uno bueno que corresponda con ese
segundo franquismo de que venimos hablando y que permita la llegada de la
democracia. Nada más lejos. Calificar el
franquismo es imposible fuera de las palabras que ronden lo ignominioso de
una dictadura personal ocultadora de la dominación de un grupo social corrupto
e insolidario al que se protegió con el ejercicio de una represión que duró
hasta los últimos meses de la vida del autócrata.
Este texto pertenece a mi artículo 'Franco y el Estado de
bienestar', publicado en Periodistas en Español el 9 de septiembre de 2018, que puedes leer completo AQUÍ.
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