Perico Delgado en el Tour de Francia de 1988, POR Marcos Pereda

Fracasa mejor. Fracasa más bello.

Seguramente sea en la derrota el lugar donde se pueden dibujar las páginas más hermosas. Las más sentidas, las verdaderas. Seguramente. Y si venimos viendo que el ciclismo sirve de metáfora de la vida tanto como la vida sirve de metáfora de la literatura lo anterior se puede asumir perfectamente. También con Perico, claro. Porque de cada golpe podemos extraer un símbolo, de cada besar la lona, de cada caída con los ojos amoratados y la boca manando sangre, de cada desplome sobre el suelo, miles de gotas que se pierden en el aire como una radiografía del dolor, de la finitud… de cada uno de esos hechos es posible bosquejar un tema. Un verso, una estrofa, un relato de los de contar en voz baja, frente a la fogata, que es como se tienen que contar los cuentos desde que el hombre es hombre. Para que espanten a las fieras, para que alejen esos sonidos amenazadores que se cuelan nerviosos por entre las tinieblas. Sí, todos ellos son instantes de pérdidas, de crueldades, de miserias. Los verdaderos, en suma.

Encierra tan poca épica la victoria en realidad…

Por eso, quizás, el gran triunfo de Pedro Delgado queda un poco deslucido, aparece como apenas un pie de página en el libro de oro de su biografía, apartado de esos momentos potentes, inolvidables, que están fabricados a partes iguales de derrotas dolorosas y remontadas imposibles. Porque cuando juegas a fabricar cuentos con la vida, la vida corre el peligro de tornarse poema y buscar el lado oscuro por encima de todas las cosas.

Y, pese a ello, pese a su poderoso dominio, pese a alcanzar el sueño de tantos años, el momento álgido de toda una carrera deportiva… aun con ello, Pedro Delgado vivió de nuevo momentos diferentes, extraños, anómalos. Vivió, sí, la indefinición de lo desconocido, la falta de certezas en lo estrambótico. Porque no podía triunfar de cualquier manera el segoviano, no. Hubiera sido, claro, una especie de traición a su forma de hacer las cosas.

Al espectro que nos mueve cuando vivimos la vida.





Este texto pertenece al libro de Marcos Pereda titulado Periquismo.Historia de una pasión y publicado por PUNTO DE VISTA EDITORES.

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