Peter Gabriel: dos épocas, una fascinación; por Javier de Diego Romero
“A Ibáñez Salas no le gusta el Peter Gabriel de Genesis porque nunca pudo comprender en qué consistía la maravilla de aquel grupo, pero sin embargo adora la carrera en solitario de Peter”. El artífice de esta revista, Insurrección, me propuso que iniciara con estas palabras un breve texto sobre el protagonista de mi nuevo libro, Peter Gabriel: un explorador musical y su tiempo, editado en 2024 por Sílex. Su opinión no es excepcional, en absoluto: entre los admiradores de Gabriel como solista abundan quienes tienen en escasa estima o incluso rechazan de pleno su etapa en una banda que tachan de elitista, pretenciosa y plomiza, faltas que atribuyen, por lo demás, al conjunto del rock progresivo. Pero, a la inversa, también son numerosos los fans de Genesis que consideran que, tras romper amarras con el grupo, Peter se escoró demasiado hacia el pop; So (1986), su álbum más comercial y exitoso, no despierta precisamente el entusiasmo de este sector de su audiencia.
Pero
¿hay realmente una línea divisoria tan marcada entre los dos grandes
períodos de la trayectoria de nuestro hombre? Uno no lo ve así. Entre el
Gabriel progresivo y el Gabriel pop existen lugares de encuentro que
permiten entender su carrera como un (apasionante) continuo. El más
significativo figura en el subtítulo del libro que le he dedicado: el creador
de No Self-Control
ha sido siempre un explorador, nunca ha dejado de operar de espaldas a lo
convencional, esquivando los caminos trillados. Como era norma en el prog rock,
Peter y sus compañeros en Genesis hicieron de la experimentación formal su
principal seña de identidad. El distanciamiento de la tradicional canción
concisa de tres minutos, la ruptura del molde estrofa-estribillo-estrofa y la
querencia por los ritmos inusuales son rasgos distintivos de su universo
sonoro. Pues bien, aunque reformulados en coordenadas pop, estos elementos
perviven en los trabajos en solitario de Gabriel: discos como Security (1982) o Us (1992) albergan mayoritariamente piezas extensas, de cinco, seis
o hasta siete minutos; un buen número de sus composiciones presentan estructuras
singulares, francamente ingeniosas, valgan como muestra Humdrum (de Car [1977]), The Family And The
Fishing Net (Security), Red
Rain (So), My Head Sounds Like
That (Up [2002]) y la reciente This
Is Home (i/o [2023]); su primer
gran hit, Solsbury Hill,
está escrito en 7/4, uno de esos compases atípicos de los que tanto gustaban
los roqueros progresivos. Su apego al riesgo le condujo, en las sesiones de
grabación del álbum que se convertiría en su mayor obra maestra, Melt (1980), a prescindir por completo
de los componentes metálicos de la batería, los platillos y el charles, a fin
de realzar la esencia del ritmo. Su ausencia hizo posible un formidable
hallazgo tecnológico, materializado en este mismo elepé, que influiría muy
poderosamente en la música grabada de los años ochenta, la llamada gated reverb (reverberación de compuerta o sorda),
algo que nos explica su principal artífice, Hugh Padgham, el ingeniero de
sonido del disco: “La esencia es la compresión, que hace que el sonido sea
realmente grueso y, acto seguido, nada más que cesa, la puerta de ruido de la
consola interrumpe abruptamente su reverberación. Al comprimir el sonido de la
batería, aumentaba la intensidad de todo el ruido de fondo y del eco del
estudio. Y cuando pasas de algo que suena muy fuerte a nada, tienes una
sensación de enorme contraste. Por eso era un sonido tan interesante, porque
pasaba de todo a nada en milisegundos”. “Si hay platillos no es posible
lograrlo, suena como si alguien estuviera golpeando un cubo de basura gigante.
Aniquila por completo la batería”, apunta asimismo.
El
intrépido Gabriel, por otro lado, ha enriquecido la corriente central del pop
con nociones y sensibilidades tomadas de la periferia, en concreto de las
músicas étnicas, en lo que constituye, a juicio de este firmante, su más
trascendental legado.
Un
segundo hilo que atraviesa los casi seis decenios de singladura artística de
Gabriel es la relevancia de la imagen, la importancia que en todo momento ha
concedido a la dimensión visual de su obra. Durante la primera mitad de la
década de la década de 1970 deslumbraba en directo con una versión teatral del
rock progresivo que emparentaba a Genesis con el glam de Alice Cooper o, sobre
todo, David Bowie. Ya como solista, videoclips como los de Shock The Monkey,
Sledgehammer o Digging In The Dirt testimonian elocuentemente su
brillantez e inventiva en este campo; lo mismo puede decirse, en el ámbito del
arte multimedia, de sus CD-ROM interactivos Xplora
I: Peter Gabriel’s Secret World (1993) y Eve: The Music Of Art And Adventure (1996). También en los noventa,
Gabriel volvió a alcanzar las cotas de teatralidad que había exhibido veinte
años antes con su viejo grupo en la gira promocional de Us, de la mano del dramaturgo y escenógrafo canadiense Robert
Lepage, con quien repetiría en los tours
de Up y i/o. Asimismo, cada una de las canciones de, precisamente, estos
tres álbumes está ilustrada por un artista visual —en el caso de Up, exclusivamente fotógrafos—, otro
sugestivo maridaje de imagen y sonido.
Siempre he admirado profundamente la audacia y el vanguardismo de Peter Gabriel, y sus espectáculos en directo o sus videoclips me cautivan tanto como su propia música. Y tanto en los aspectos experimentales como en los visuales, sus años en Genesis y su época en solitario me parecen igualmente fascinantes.
“No
nos aturullen con la disyuntiva de escoger entre papá y mamá”, escribe Fernando
Neira en el prólogo de Peter Gabriel: un
explorador musical y su tiempo. Yo tampoco sería capaz de elegir.
La música es subjetiva. En el año 80 que es cuando empecé a oír música de verdad, estaba Peter Gabriel 3 (Melt). Lo compré en casette y me parecía un tipo muy original, un adelantado a su época. Genesis ya no contaba con Gabriel en las voces, sustituido por Phil Collins. Wind & Wuthering me pareció un buen disco "melancólico" al igual que A Curious Feeling de Tony Banks, y Slamllcreeps Day de Mike Rutherford un buena propuesta. Fue la época de FACE VALUE de Phil Collins. Con GENESIS escuché Duke una obra sobresaliente. Quizás la edad en que nos abrimos a la música esté relacionada con la música del momento. Hoy en día es tal la cantidad de propuestas que a veces "mas vale lo conocido que lo bueno por conocer".
ResponderEliminarTe recomiendo leer el libro si de verdad te interesa Peter Gabriel. Tienes mucha razón en lo que dices.
EliminarGracias por tus palabras. He leído el libro sobre Peter Gabriel y me gustaria re-leerlo
EliminarFabuloso.
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