Ser una mujer de pie: Jean-Baptiste Andrea escribe Cuidar de ella

Cuidar de ella (cuyo título original es Veiller sur elle), la cuarta novela del escritor y cineasta francés Jean-Baptiste Andrea, fue galardonada en el año de su publicación, 2023, con el Premio Goncourt y un año después la tradujo fenomenalmente a mi idioma María Dolores Torres París.


Lo mejor de ella es el espléndido recorrido histórico que el devenir de sus personajes llevan a cabo, gracias a la habilidad analítica y descriptiva de su perspicaz y culto autor (“a la Iglesia no le gustan las preguntas, pues ya ha respondido a todas”), a través de la primera mitad del siglo XX italiano.

Todo comienza en un monasterio en el que “en mil años nada ha cambiado: ni la pendiente de la vía que le da acceso ni el vértigo”. Es el otoño del año 1986, “dentro de unas horas, sus treinta y dos almas, serán una menos”. Y lo que a continuación pasa ante nuestros sentidos (es un decir) es la vida de su principal protagonista, el escultor Michelangelo Vitaliani (no lo busques en Google, es solamente un personaje literario), un ser humano con acondroplasia (“se referían a mí como persona de corta estatura, lo cual, francamente, no era mejor que el enano de Zio Alberto”). Porque “¿desde cuándo los muertos no pueden contar su historia?”

 

“Yo era precoz con trece años, pero entonces el término no existía. El mundo era mucho más simple. Se era rico o pobre; se estaba vivo o muerto. Los tiempos no estaban para matices”.

 

Vitaliani, aun pareciendo un hombrecillo, acabará proyectando “una sombra inmensa”, tal será su genio artístico.

Junto a él, la otra gran protagonista de Cuidar de ella es la aristócrata Viola Orsini, desde niña “una funambulista que caminaba sobre la cuerda floja en una turbia frontera trazada entre dos mundos. Hay quienes dijeron entre la razón y la locura”. Y es, por momentos, quizás el gran personaje literario de la novela de Andrea, es más, tal vez sea el único que engrandece la categoría del libro hasta llevarlo a un lugar que quizás no sea para tanto.

 

“Tardé ochenta y dos años, ocho décadas de malevolencia y una larga agonía en reconocer lo que ya sabía. No hay Mimo Vitaliani sin Viola Orsini. Pero hay Viola Orsini sin necesidad de nadie”.

 

Viola le enseñará a Vitaliani que “la verdadera vida estaba en los libros”. ¡Qué cosas!


De sí mismo, dice el protagonista-narrador de la novela que llegó a convertirse “en un hombre, un extracto de violencia y crimen apenas retenido por un hilo de seda”. También le escuchamos cosas como que “la resignación hace girar el mundo, porque nos permite conformarnos con las mil muertes que asesinan nuestros sueños”. Aunque quizás la cosa se pone seria cuando Vitaliani le dice a otro personaje estas frases memorables sobre el mal:

 

“Nadie hace nunca nada malo; la belleza del mal es precisamente que no requiere ningún esfuerzo. Basta verlo pasar”.

 

En definitiva, el alma de la novela está en un poema de Viola Orsini. Este poema:

 

“Soy una mujer de pie en medio de los incendios que habéis provocado.

Soy una mujer de pie, ¿me veis?, en vuestras hogueras, en vuestros autos de fe, con vuestros dedos apuntados.

Soy una mujer de pie, ¿qué os creíais?, ¿que iba a llorar por vuestras rechiflas, en la humareda,

por vuestras cobardías, por vuestras hogueras, por autos de fe, por vuestros dedos acusadores?

Desde que mordí la manzana, algo me trastorna, pasmaos.

Unas ganas de danzar, de inventar cohetes, de curaros.

Entonces me volveréis a quemar, a crucificar.

Gato negro y camisa de fuerza, descuartizada, diréis que estaba loca, que era un poco bruja, o ambas a la vez.

He mordido la manzana, la volveré a morder, preparaos.

Soy una mujer de pie, no me veréis arrodillada.

Soy una mujer de pie en medio de las guerras que habéis desencadenado.

Soy aquella a la que llamáis cuando todo se derrumba a vuestro lado.

Pero me volveréis a quemar en la pira en cuanto todo vaya bien, para que no vea que no todo va bien.

Me consumiréis, me reduciréis a cenizas, me aventaréis, o creeréis hacerlo porque en vuestro fuego no hay calor y nada quema.

Soy una mujer de pie, que vale por mil de vosotros.

A ti, que no has nacido, que todavía no sabes lo que es ser herida,

caer de las nubes y volver a levantarte.

Cuando te pidan que renuncies, que te acuestes, que te tumbes.

Cuando quieran silenciarte, callarte, manejarte, desarmarte.

Soy una mujer de pie como tantas otras antes que nosotras.

Soy una mujer de pie, y tú lo serás también”.

 

Viola a sus 16 años escribió eso… Sí, el alma de la novela está ahí y en La Pietà Vitaliani.

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