Janis
A JANIS JOPLIN me la imagino siempre sobre un escenario, incendiaria y a todo color, explícita en su tormenta: la escucho gritar con su candor de bruja amable, dispuesta a electrizarnos el alma y lamernos el corazón; cierro los ojos en medio del duelo y ella me mira a mí, me dice algo que no entiendo bien en su idioma sísmico, hasta que de mi interior surge un hermoso géiser de plomo, delicado tormento con disparos de blues solitario.
A Janis me
la imagino siempre haciéndome feliz.
Ella decía
que el rocanrol sirve para mostrarnos que existen “otras posibilidades y que es
una tontería no probarlas”. Porque “puede ser que no consigas ser feliz, pero
menuda jodienda es no intentarlo. Es como suicidarse nada más nacer”.
Yo tenía siete años y tú te mueres sin que me entere; claro, cómo iba a saberlo. Ahora han pasado décadas y sigues muerta, es un decir, porque puedo escucharte. Oír y disfrutar tus aullidos, tu canto de sirena enfurecida... La música de tu sangre, mis piernas la escuchan, todo mi cuerpo como un resorte se incorpora ante ti, ante tu voz poderosa, dueña del espacio, hermana del tiempo. Janis, sigues muerta: quién lo diría.
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