Sin compartirla no hay ciencia, no hay Historia
En 2013, el historiador español Anaclet Pons publicaba un libro singular de notable interés para quienes apreciamos los estudios historiográficos, titulado El desorden digital (guía para historiadores y humanistas). Sobre ese volumen ya publiqué diversos artículos aquí, en Insurrección, quiero traer diversas reflexiones hechas por otros historiadores, y por escritores de reconocido fuste, en torno a nuestra disciplina o sobre el mundo y el negocio editorial o la mismísima forma de efectuar la necesaria comunicación de la información, recogidas jugosamente por Pons.
Uno
de los pioneros del uso didáctico de lo digital, James O’Donnell, en su
libro de 1998, Avatares de la palabra.
Del papiro al ciberespacio, afirmaba que “la lección de la investigación
histórica es que el cambio trae complejidad”.
Por
su parte, el dramaturgo español y universal Pedro Calderón de la Barca (en
una carta de 1680, citada por Fernando Bouza en su libro de 2002 Corre
manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro) decía respecto de lo
que se imprimía hace siglos lo siguiente:
“Yo,
señor, estoy tan ofendido de los muchos agravios que me han hecho libreros e
impresores (pues no contentos con sacar, sin voluntad mía, a luz mis mal
limados yerros, me achacan los ajenos, como si para yerros no bastasen los
míos, y aun estos mal trasladados, mal corregidos, defectuosos y no cabales),
tanto que puedo asegurar a vuecencia que, aunque por sus títulos conozco mis
comedias, por su contexto las desconozco; pues algunas que acaso han llegado a
mi noticia, concediendo el que fueran mías, niego que lo sean, según lo
desemejadas que las han puesto los hurtados traslados de algunos ladroncillos que
viven de venderlas”.
Podemos
leerle al también mundial y eterno escritor estadounidense Edgar Allan Poe,
en uno de los textos, escrito en 1846, de sus heterogéneos escritos
ensayísticos recogidos en su libro Marginalia que…
“La
enorme multiplicación de libros en cualquier rama del conocimiento es uno de
los grandes males de la época, puesto que constituye uno de los mayores
obstáculos a la adquisición de informaciones correctas, poniendo en el camino
del lector enormes pilas de trastos, entre los cuales debe abrirse camino a
tientas, en busca de fragmentos útiles diseminados aquí y allá”.
Conviene no perder de vista
que, como mantiene la profesora universitaria estadounidense experta en
aprendizaje digital Cathy N. Davidson, “el conocimiento no es solo
información, pero tampoco es solo opinión” (como sostenía en su artículo “We Can’t Ignore the Influence of Digital Technologies”,
recogido en el número de marzo de 2007 de The Chronicle of Higher Education.
“Poco a poco, señores muertos,
procedamos por orden, por favor.
Todos tenéis derecho a la
historia”.
Jules Michelet, Histoire de France (1833-1844)
Para
finalizar, te dejo con este categórico párrafo del destacadísimo sociólogo
estadounidense Robert King Merton (extraído de su libro de 1973 La
sociología de la ciencia):
“La ciencia es pública, no privada. Sin duda, hacer un descubrimiento es una compleja experiencia personal […]. Pero, para que la ciencia avance, no basta concebir ideas fructíferas, elaborar nuevos experimentos, formular nuevos problemas o establecer nuevos métodos. Las innovaciones deben ser efectivamente comunicadas a otros. A fin de cuentas, esto es lo que entendemos por contribución a la ciencia: es algo que se da al fondo común del conocimiento. En última instancia, la ciencia es un cuerpo de conocimiento socialmente compartido y convalidado. Para el desarrollo de la ciencia, solo importa la obra efectivamente conocida y utilizada por otros científicos inmediatamente”.
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