La taxonomía de Bloom y las estrategias de aprendizaje


Cuando acudimos a una clasificación ordenada y jerárquica, lo que hacemos es usar una taxonomía. Digamos que, por simplificar, una taxonomía es una clasificación pormenorizada con intenciones científicas.

El estadounidense Benjamin Samuel Bloom (1913-1999) fue un psicólogo y pedagogo (un psicólogo educativo, por mejor decir) que destacó por sus aportaciones a la creación de una taxonomía de objetivos de la educación (mejor dicho, del aprendizaje educativo).

De hecho, existe la llamada y muy reconocida, estudiada y empleada taxonomía de Bloom, propuesta a mediados de la década de 1950 (y reformulada a menudo, incluso ya en el actual siglo XXI).

¿A qué llamamos taxonomía de Bloom, exactamente?

Lo que conocemos con el nombre de taxonomía de Bloom es un conjunto de tres modelos jerárquicos que sirven para clasificar los objetivos (o niveles) de aprendizaje educativo. ¿Cómo se clasifican esos objetivos? Se clasifican, en niveles de complejidad y especificidad, en tres dominios: cognitivo, afectivo y psicomotor. Es decir, que el aprendizaje, que habitualmente había sido estudiado únicamente desde los dominios cognitivos, empezaba ya a ser analizado y comprendido también desde los dominios del afecto y la psicomotricidad.

Ese conjunto de modelos acabó recibiendo el nombre de Benjamin Bloom (taxonomía de Bloom, recuerda) porque fue él quien presidió el comité de educadores que —por medio de unas conferencias para educadores que tuvieron lugar entre 1949 y 1953— ideó esa taxonomía, y fue, además, quien editó (mejor dicho, coordinó, dirigió) en 1956 el primer volumen del texto estándar donde se recogían dichos modelos: Taxonomy of educational objectives: the classification of educational goals (traducido años después al español con el título de Taxonomía de los objetivos de la educación: la clasificación de las metas educacionales).

Lo que, en definitiva, expresa la taxonomía de Bloom es que el aprendizaje más elaborado, superior, depende de la adquisición de un conocimiento y unas habilidades que se encuentran en objetivos o niveles inferiores.

Después de una serie de actualizaciones del modelo de Bloom (la más importante de las cuales es la recogida en el libro A taxonomy for learning, teaching and assessing: a revision of Bloom's taxonomy of educational objectives, coordinado en 2001 por dos psicólogos educativos discípulos de Bloom: Lorin W. Anderson y David Reading Krathwohl), en la actualidad se habla de seis objetivos o niveles (piramidalmente expuestos) comprendidos en esa taxonomía y cada uno de ellos (más dificultoso cuanto más arriba se halle) define determinadas estrategias de aprendizaje: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, evaluación y creación.

Se comienza por el conocimiento. Para conocer hay que recordar lo memorizado (recordar aquello que tiene relevancia): se trata de reconocer, recuperar, algo que previamente se ha localizado y se ha denominado.

Para comprender hay que interpretar, comparar lo ya conocido con lo que se está aprendiendo y explicarlo.

Para aplicar se ha de usar lo que se ha comprendido, implementarlo en contextos diferentes a los ya conocidos. Se trata de un desempeño.

Para analizar primero hay que diferenciar lo que se comprende (y se es capaz de aplicar, de desempeñarlo), descomponerlo y, finalmente, integrarlo, relacionarlo.

Para evaluar lo analizado hay que revisarlo y reflexionar sobre ello: criticarlo, probarlo. Hay algo de juego en todo ello.

Se llega, después de todo, a la creación: una vez reunido el conocimiento (comprendido, aplicado, analizado y evaluado), hay que planear, idear, elaborar. En suma, crear.

Conocemos, comprendemos, aplicamos, analizamos, evaluamos y creamos. Conocemos para crear, pero también para comprender, aplicar, analizar y evaluar.

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