Verano… y la voz de Van Morrison abriendo las catedrales
en este verano de
nieve y de fuego
mi sangre se hizo
deseo y lluvia
y su final ya no
llegará jamás
porque este verano
es mi eternidad
De los veranos,
en los que se mece el tiempo que no fue
y el que llega a ser
este pretérito perfecto donde vivo,
me llegan sonidos que querrían ser ecos
pero son grados centígrados,
son el ruido de las tardes de sosiego almidonado
y crujir de suelos de madera,
los escucho en este verano
que ya gotea su sudor de almíbar
mientras yo la contemplo a ella
como el milagro de una primavera de vainilla,
como la magnífica acera de mi infancia
esperándome con su sonrisa,
como los meses de junio
y julio y agosto y septiembre
donde Madriz nos prende
con la suavidad candente conocida
que olvidamos año tras año
porque sabemos que ese es el precio
que hay que pagarle a esta ciudad
por ser el trampolín al que nos subimos
para ver su cadencia de rompeolas
Qué fácil lo tiene
el verano
para ser el rey de
las estaciones
con todo su saber
amar al Sol
y ese garbo suyo de
arena
y pradera y de aire
hambriento
y noches para
beberlas,
es un galante
adulador
del agua y las
frutas,
un remanso de
desidias
muy admirable
al que adoramos
desde antes de ser
lo que somos,
unos humanos con un
corazón
que no nos cabe en
el pecho.
Nos atrevemos a danzar
sobre nuestra memoria
como si fuéramos los
versos descarriados de un poema
cuando el verano nos
quiere demasiado.
Abrazamos torpemente
la música de las canciones
sin la emoción de
los vientos más antiguos
cuando el verano nos
quiere demasiado.
Somos poco más que
residuos deslumbrantes
empeñados en seguir
siendo lo que no somos
cuando el verano nos
quiere demasiado.
Iremos
desapareciendo lentamente todos
según vaya
agonizando nuestro papel de comparsas
cuando el verano nos
abandone a nuestra suerte.
Tiempos de una
antigua paz,
un verano de
curación,
ese espíritu
salvaje, satisfecho,
de un corazón
abierto,
cuando uno mismo es
ese nadie
mitológico,
sorprendente,
nacido del regazo de
una mujer,
acunado en el suelo
delicado de la vida:
naturaleza y renacimiento.
Y la voz de Van
Morrison
abriendo las catedrales.
[foto de Jose L Calleja S]
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