México ya no está aquí: cine superlativo
Las buenas películas cuentan una historia. Algunas, además provocan un determinado tipo de emoción. Entretienen. Las hay que informan, ilustran, quizás hasta contribuyan a la educación de quien las ve. Y se ruedan algunas para denunciar y conmover.
La película mexicana de 2019 Ya no estoy aquí es una buena
película que cuenta admirablemente una gran historia sencilla salpicada de las
peculiaridades argumentales necesarias para fortalecer la categoría de
cualquier gran historia sencilla sin convertirla en un galimatías imbécil. A mí
me emocionó, me provocó sensaciones y sentimientos mientras la veía, mientras
la disfrutaba (si se puede disfrutar, que sí se puede, es lo que tiene el buen
arte cinematográfico, con la realidad de vidas trufadas de inconvenientes). Me
entretuvo, desde luego, ya digo. Me ilustró sobre unas determinadas vidas de un
país con el que el mío tiene bastante que ver, supe más cosas y además creo que
salí mejor persona tras la experiencia de verla. Y me conmovió con su
estrangulada denuncia de una sociedad ahogada dentro de un enorme estado
fallido.
Las poco menos de dos horas de duración de Ya no estoy aquí, magníficamente escritas y rodadas con un ritmo excelente por Fernando Frías de la Parra, ayudado por la fotografía subyugante de Damián García, están protagonizadas por un chaval que apunta alto en esto de la interpretación, el también músico Juan Daniel García, muy bien acompañado por Coral Puente, Angelina Chen, Jonathan Espinoza…
Ya no estoy aquí es una de las pre-candidatas para el Oscar de
este año 2021 al Mejor film internacional y está nominada a los Premios Goya como
Mejor película iberoamericana. Recibió en su momento diez de los trece Premios
Ariel (los más importantes de la cinematografía mexicana) a los que era
candidata, incluyendo Mejor película, Mejor director y Mejor guion original o el
premio a la Revelación Actoral para Juan Daniel García.
Sobre la identidad, sobre eso va Ya no estoy aquí. Sobre el
arraigo mental, físico, quizás espiritual. Y sobre el desarraigo. Todo ello con
la violencia, ahí, escondida bien a la vista, y la música como una religión salvadora.
La música y el baile.
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