Cómo ha de ser la realidad para que nos dejemos engañar por la poesía

La poesía es un arma cargada de futuro dijo el poeta, y yo añado que la poesía es un arma de doble filo, repleta de dicha y angustia, de muerte y de coñac (esto no es mío), es un escalofrío en medio de una fiesta, es un bar de Madriz y es una alcoba en un alma, es un latido de nieve y es un suspiro ensortijado, la poesía es el estado líquido de la gramática, el estado sólido de la aritmética, es el estado gaseoso de las lenguas muertas.

La poesía es un alma desprovista de porvenir.

¿Y la función social de la poesía?
La poesía, que es más filosófica que la Historia, más elevada,
la poesía, que le canta sin música, desnuda, a lo universal
(mientras la Historia le habla a lo particular):
si la poesía aspira a lo verosímil, a lo necesario,
la Historia busca lo contingente.
¿Y para qué sirve la poesía?
Para preguntarnos por su utilidad por los siglos de los siglos.
Amén.
La poesía no les sirvió de nada a las vírgenes suicidas.
La poesía es muy valiosa cuando una voz se quiebra
ante la confusión del mundo.
La poesía nos permite detener el tiempo,
dejar todo como está para que no soñemos en vano.
La poesía no sabe mentir:
por eso, antes y después de cada poema,
lo mejor es que rescatemos del océano
a cuantos van a ser comidos por los tiburones.
Mejor vivos que muertos.
Esa es la función social de la poesía.

Si en los poemas hay un instante de luz que asemeja la eternidad entonces quien lo lee cree estar frente a la auténtica belleza. Cara a cara con la dicha o frente a la mismísima muerte.

¿Qué hay de científico en un poema?
¿cuánto de experiencia y de hipótesis
y de ensayo y de probeta y de documento?
¿cuánta literatura gris cabe en un verso?
¿qué tiene la poesía de certeza
y cuánta verdad encaja en ella?
¿para qué sirve leer un poema?
Consiente Dios un escritor en su artística gloria
que nos embalsama el alma con unos versos
delicadamente abruptos, sensibles,
unos versos hipnóticos que oscilan
entre el embeleco y la necesidad,
entre el amor y la muerte,
un escritor del que nada sabemos,
un sabio como nosotros,
de los que ignora su ignorancia,
un sabio universal
que escribe todos los poemas.
Menos este.

Escribí en algún sitio que todo lo que no es poesía es geografía. Debería arrepentirme.

Un profesor nos enseñó de chavales, a mí y a mis compañeros de clase en el Instituto Cervantes, cómo se escribían las mejores poesías. Poniéndote a escribirlas. También las peores. Pero eso nos lo dijo después, cuando ya no había remedio.


[arte de Jesús Zamarrón]

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