La memoria de Sebald, la memoria de Austerlitz

El alemán Winfried Georg Maximilian Sebald, conocido literariamente como W. G. Sebald, escritor y estudioso de la literatura, falleció en 2001 a los 57 años de edad en la británica Norfolk. Autor de poemarios, también de libros de ensayo y cuentos, su tercera y última novela, Austerlitz, apareció en 2001 y su versión en español, espléndidamente traducida por Miguel Sáenz, es ocho años posterior.

Austerlitz es el primer libro suyo que leo. En su biografía en Wikipedia aparece una reflexión muy ajustada a lo que yo he leído en la única de las obras que he leído del muy (bien) considerado Sebald:

“Su literatura se caracteriza por el carácter híbrido de sus obras, en las que medita sobre la historia, la tragedia humana, la memoria, la escritura y la vida interior, a través de hilos narrativos fuertemente impregnados de autobiografismo y acompañados de fotografías adjuntas al texto”.

Y sobre la memoria leo en Austerlitz delicadas palabras como estas:

“Como si las imágenes tuvieran su propia memoria y se acordaran de nosotros, de cómo fuimos antes nosotros, los supervivientes, y los que no están ya entre nosotros”.

Pues bien, de la categoría literaria de W. G. Sebald es un ejemplo notorio el siguiente texto que reproduzco para que tú, lector, puedas intuir el tipo de escritor que es el autor de Austerlitz:

“Aquellos escasos dibujos que, en continua sucesión, aparecían en la superficie iluminada, tenían algo de fugaz, de evanescente, que por decirlo así nunca sobrepasaba el momento de su aparición, y sin embargo allí, en aquel entrelazamiento de sol y sombra que continuamente se renovaba, podían verse paisajes de montaña con glaciares y campos de hielo, mesetas, estepas, desiertos, campos de flores, islas marinas, arrecifes de coral, archipiélagos y atolones, bosques doblegados por la tormenta, hierba tembladera y humo a la deriva”.

Sebald, perdón, Austerlitz, a decir del interlocutor del protagonista de la novela (que es quien además narra cuanto narra el propio Austerlitz), elabora sus ideas cuando habla (vale decir, cuando narra, cuando cuenta) de tal manera que…

“partiendo de la distracción, podía desarrollar las frases más equilibradas, y, para él, la transmisión narrativa de sus conocimientos especializados era una aproximación gradual a una especie de metafísica de la historia, en la que lo recordado cobraba vida de nuevo”.

La novela Austerlitz es una artística manera ensayística de ahondar en lo que es la historia, el pasado, en aquello que quienes estudian el pasado, la Historia, encuentran en sus indagaciones. (Austerlitz, quien es además profesor de Historia del Arte en un instituto londinense). “Las huellas del dolor”, se nos cuenta, Austerlitz nos lo cuenta a través de ese narrador que le escucha, atraviesan “la historia en finas líneas innumerables”.

[...]

Los muertos y los vivos, nosotros y nuestros antepasados que regresan del pasado según unas leyes que ignoramos. Todo eso es el libro Austerlitz. Y a su protagonista homónimo le parece que el tiempo en realidad no existe, que lo que existe son “diversos espacios, imbricados entre sí, entre los que los vivos y los muertos, según el talante en que se encuentran, van de un lado a otro”, en tanto que “nosotros, los que todavía nos encontramos con vida, a los ojos de los muertos somos irreales y sólo a veces, en determinadas condiciones de luz y requisitos atmosféricos, resultamos visibles”. Austerlitz, que siempre ha creído “no tener lugar en la realidad”, no existir, que es capaz de sentir, “casi físicamente”, de qué manera “la corriente del tiempo se desacelera en el campo de gravitación de las cosas olvidadas” para así reunir todos los momentos de su vida “en un solo espacio”. Pasado, presente y futuro invitados a “una casa determinada”.

[...]

Postdata: la terrible violencia del nazismo, el dolor colosal de quienes lo sufrieron en carne viva, aquel destacado horror del siglo XX, aparece lúgubre y gigantesco en Austerlitz para demostrarnos una vez más que después de Terezín (‘de Auschwitz’ dice el adagio) sí se puede seguir escribiendo la poesía literaria de los relatos descomunales.

Este texto pertenece a mi artículo Sebald, Austerlitz y las huellas del dolor, publicado el 11 de mayo de 2020 en Analytiks, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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