Cuando ETA eligió matar: La línea invisible
He podido disfrutar de la serie española de televisión La línea invisible, compuesta por seis capítulos de unos
45 minutos de duración cada uno que en este año 2020 ha dirigido Mariano
Barroso aprovechando un guion escrito por Alejandro Hernández, Michel
Gaztambide, Natxo López y el mismo, basado en una idea de Abel García
Roure, creador y productor ejecutivo del conjunto, todos ellos muy bien
amparados por un solvente equipo de historiadores que les han asesorado, del
que destaca especialmente Gaizka Fernández Soldevilla y que ha contado
también con la aportación de José Antonio Pérez Pérez.
El asunto de La línea invisible es conocido y
muy delicado: el comienzo de lo que los defensores del terrorismo nacionalista
vasco llaman la lucha armada y aquello a lo que los historiadores suelen
denominar más habitualmente así: terrorismo nacionalista vasco.
Esa línea invisible sería el umbral que algunos jóvenes concienciados
del peso torturador del franquismo sobre los territorios vascos cruzaron para
decidirse a matar (y morir) y, como dice uno de los personajes de la serie, “llenar
Euskadi con este dolor”, el dolor de la muerte, el dolor de la sangre, el
dolor que no permite la marcha atrás en el ejercicio de la violencia. Los dos
protagonistas del serial son el primer mártir etarra, Txabi Echebarrieta¸ de un lado, y el comisario franquista y
primera víctima buscada por ETA Melitón Manzanas, del otro.
[...]
Espléndidamente fotografiada por Marc
Gómez del Moral, La línea invisible, de
impecable factura toda ella, en cuanto a ambiente, dirección y arte actoral
(espléndido como siempre Antonio de la Torre interpretando a Manzanas, por encima de los demás, incluso de Enric Auquer o Asier Etxeandia, aunque la interpretación
de María Morales como madre de Txabi
Echebarrieta raya a una altura notable, comparable a
la del omnipresente De la Torre, y tampoco desmerece la de Àlex Monner como
Txabi), supera el inmenso lastre que podría haber acarreado el reto de
convertir en ficción y por tanto en ¿mero? entretenimiento algo vitalmente tan
actual hoy en día como es el dolor con que los etarras y sus socios políticos
llenaron no ya sólo Euskadi, sino todo el país de países donde Euskadi lleva
posado durante algunos siglos.
Pero, la serie es muy buena y no llega a magnífica por culpa de que se ha
visto obligada a meter con calzador un personaje esencial para cumplir con la
cuota de visibilización en un momento y una situación en la que no había nadie
a quien visibilizar: hablo del incomprensible, aunque esencial personaje de Anna Castillo, el único
baldón significativo de La línea invisible, un producto
cultural de primera categoría en el que
algunos despistados o dañados por el trauma verán bien un blanqueamiento del
franquismo o bien un blanqueamiento del terrorismo nacionalista vasco.
Resulta evidente que, cuando Txabi Echebarrieta (“el primero en matar, el
primero en morir”) escogió disparar en aquel día de primavera del año 68, como
escribiera Fernández Soldevilla, “los etarras hicieron uso de su libre
albedrío. Suya es la responsabilidad histórica.” La línea invisible nos
muestra una historia en la que seres humanos, auténticos
seres humanos, protagonizaron el comienzo de un
terror que sólo hace muy poco tiempo, cincuenta años después, pareciera haber
sido tragado por las brumas del pasado. (¿Sólo lo parece?)
[...]
Este
texto pertenece a mi artículo ‘La línea invisible para llenar Euskadi de
dolor’,
publicado el 12 de abril de 2020 en Nueva Tribuna, que
puedes leer completo EN ESTE
ENLACE.
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