Bukowski, las certezas y las dudas
El escritor Charles
Bukowski acertó
entre cogorza y cogorza alguna vez, me dicen. O eso creo creer. Tampoco tenía
la conclusión, el colofón feliz, a las cuitas eternas de los humanos, al
irresoluble "problema con el mundo”.
Pero, al menos, él
no necesitaba de más preguntas, porque sabía la causa de esa insania nuestra
congénita, infinita, irresoluble. Las dudas y las certezas.
Esa era la razón de
tanta infamia: la existencia inadecuada de dudas y certezas.
No es
descabellado pensar que las personas inteligentes y sus anhelos inteligentes y
sus conocimientos inteligentes podrían (podríamos, que me incluyo, qué
diantres) ser la solución, pero… existen las personas estúpidas. Y
mientras las primeras están (estamos) colmados de dudas, las demás están
repletas de certezas. Ellos las certezas y nosotros las dudas.
Y así nos
va. A nosotros, digo.
Bukowski
sabía mucho si sabía eso. Y yo, sin saberlo.
Este texto pertenece al
artículo ‘Bukowski tampoco tenía la solución… pero casi’, publicado el 1
de septiembre de 2019 en Nueva Tribuna, que puedes leer
completo EN
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