Demasiado escritor Guerra Naranjo
La soledad del tiempo es una novela del
escritor cubano Alberto Guerra Naranjo
aparecida en 2009 y reeditada nueve años después en un volumen que yo acabo de
leer abrumado por su extraordinaria
literatura. También he quedado algo desfondado cuando me he planteado qué
decir de semejante apuesta artística. Decir de este libro que no está mal es un epílogo muy triste
para tanto esfuerzo de escritor-escritor al que se le ve en exceso el inmenso
deseo de pasar por escritor-escritor (y, lo que es aún peor), siéndolo. No sé
si me explico.
Guerra Naranjo escribió un libro que quiso ser una novela y
lo es pero que como muchas novelas de
tesis esconde (mal) su auténtica razón de ser, que no es contarnos algo
sino explicárnoslo. Aquí se habla sobre todo de literatura y realidad. La literatura y la realidad.
“La verdadera
perfección siempre se encuentra fuera de las páginas”.
Los escritores “viven de los trapos ajenos”, “no hacen nada
del otro mundo”, se divierten y algo más, “cada cual tiene su forma y hace lo
que puede”: escribir es algo
inexplicable.
Frente a la página en blanco, el mundo es “otra cosa”, se
trata de llamarlo “con palabras deseables”. Al fin y al cabo, “la felicidad
limita a quien escribe…, la buena vida se paga con malas páginas”. Y de eso va
la novela, de la desdicha feliz (la
expresión es mía) que permite en una isla antillana de habla española que la
catastrófica realidad social de sus habitantes se vea transformada una y otra
vez en un paraíso para la ocurrencia y el ingenio donde la diversión está
asegurada desde la penosa negligencia de la realidad. Y es que, para escribir,
según dice alguno de los personajes muy metaliterarios y muy literarios y muy
literatos de La soledad del tiempo, sólo hace falta “contar con demonios…,
la mala vida paga con buenas páginas”.
Diáfano.
“La vida era
eso, dejar correr el pensamiento”.
En la novela, una editora alemana viene (va) a Cuba en busca
de escritores, “gente que sufra su escritura”.
Dice Sergio Navarro, uno de sus protagonistas:
“Me
propongo una novela donde realidad y ficción se entretejan de modo natural, sin
costuras, como si en el propio acto de colocar las palabras la vida fuera
distinta y a la vez muy parecida al entorno que describo. Menuda tarea”.
Uno de los maestros de Sergio Navarro es el escritor mexicano
Juan Rulfo:
“Eso
era escribir, no más que eso, contener, absorber, descifrar con palabras el
tiempo y el espacio”.
Porque existe una LITERATURA con mayúsculas, una literatura
que posee una verdad, una verdad encerrada en un “reino onírico”.
Estamos ante la Cuba oficial, la de “la utopía desarmada”, la
que no se detiene ante la adversidad, pero también y sobre todo frente a una
Cuba más real, la de la gente.
En suma, este libro va de sufrir la escritura. Y su
autor no nos priva de ninguno de los recursos de los últimos doscientos años
que los escritores han ido poniéndole los unos a los otros al alcance de la
posteridad.
Por cierto, el volumen que yo he leído tiene una maquetación
poco lecturable y una cubierta nefasta, ridícula. Que todo hay que decirlo.
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