La educación, según José Antonio Marina
“La evolución
biológica depositó a los humanos en la playa de la evolución cultural, es
decir, de la educación. Y ahí seguimos.”
Marina sostiene que “la función principal de la inteligencia a todos los niveles es
dirigir el comportamiento para resolver los problemas que plantea una situación”.
Para ello, la inteligencia “maneja información y articula motivaciones y
emociones”.
Para José Antonio Marina, el objetivo esencial de la
educación es ayudar, no solo a que se desarrollen las funciones ejecutivas,
sino ayudar a que, mediante ellas, quien aprende logre modificar, consiga enriquecer
y eduque “su fuente de ocurrencias”. Eso es lo que diferencia la educación en
su sentido total “de los modelos actuales de ‘educación emocional’, que se limitan a regular las emociones una
vez que aparecen”. Para Marina, el cerebro puede recordar más asuntos que
aquellos que le hayan emocionado.
La educación
sirve para “ampliar la cantidad de cosas que puede hacer el niño”, sirve “para
completar aquellas posibilidades que tenemos cuando nacemos con las
posibilidades que aprendemos”.
Su objetivo es conseguir “hacer una persona de un
cerebro”.
Sería algo
así como un viaje propiciado por los
docentes. Un viaje hecho por medio de los hábitos (no sólo del desarrollo
de competencias) que necesita de la inteligencia, de la memoria (“gracias
a la memoria hemos conseguido que cosas muy sofisticadas podamos hacerlas
automáticamente”) y que a
través del comportamiento instituye la ética.
Los
profesores no son profesionales de la enseñanza, son “profesionales del aprendizaje”.
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