Nuevas formas de hacer Historia: Bolufer Peruga y la Historia de las mujeres
La
historiadora Mónica
Bolufer Peruga, de la Asociación Española de Investigación de Historia
de las Mujeres (AEIHM) y vicepresidenta de la Fundación Española de Historia
Moderna, publicó en la editorial Comares, en 2018, Mujeres y hombres en la historia.
Una propuesta historiográfica y docente. Tengo que comenzar diciendo
que Mujeres y hombres en la historia
no es un libro más sobre “la exclusión
femenina del relato histórico”. [...]
Mónica
Bolufer Peruga se empeña y logra demostrar que hoy NO ES POSIBLE LA HISTORIA SIN LAS
MUJERES.
[...]
La hermana mayor de la novela, la Historia
(que estudia las realidades culturales, no naturales), se consagró desde el
momento de su institucionalización en el siglo XIX “como disciplina
universitaria con aspiraciones de cientificidad” a los más dignos asuntos de
“la esfera pública y política”, con sus
protagonistas casi exclusivamente masculinos, mientras aquélla, la novela, trataba
los asuntos de menor calado “relativos a la vida privada”.
No es hasta
finales de los años 70 del siglo pasado que nuevas formas de hacer Historia
vinieron a reaccionar contra “las rigideces de la Historia de cuño
estructuralista o marxista” que, disolviendo “al sujeto en un magma colectivo”,
habían dominado la historiografía de aquella centuria. Con una escritura más
cercana, se pretendía revalorizar “lo cualitativo e individual frente a lo
serial y colectivo”. También se rechazaba “privilegiar de forma casi exclusiva
los factores socioeconómicos en las explicaciones de las transformaciones
históricas”.
De entre
aquellos múltiples caminos recorrido por los renovadores de finales del siglo
XX, destacan los historiadores marxistas
británicos (Christopher Hill, Edwar P. Thompson, Raphael Samuel, Geoffrey
Eley…), y su renuncia a la rigidez ideológica para escribir una Historia desde abajo; “la eclosión de la Historia de las mujeres”
(Mary Beard, Alice Clark, Ivy Pichbeck, Léon Abensour…), paralela a “la
emergencia del feminismo de tercera ola”; la microhistoria, o los estudios de lo global desde “la óptica de lo
pequeño” y el rescate de las clases populares (Edoardo Grendi, Carlo Grinzburg,
Carlo Poni…); la muy notablemente publicada Historia cultural, también llamada Historia cultural de lo social o Historia de las representaciones (Peter Burke, Justo Serna, Roger
Chartier, Daniel Roche, Robert Darnton…), que se preocupa mucho, desde su
convencimiento de que “la social está social y culturalmente construida”, por
la dimensión cultural de las identidades tanto de género como raciales y
nacionales; o los estudios
postcoloniales, también en el ámbito de todo este llamado giro cultural, contrarios a la visión
eurocéntrica del pasado (Nathan Watchel, Sanjay Subrahmanya, Miguel
León-Portilla, Tzvetan Todorov, Edward Said).
Todas estas nuevas Historias “permiten escribir una
Historia más compleja y plural” gracias a que son capaces de descentrarla al enfocarla “desde sujetos
y ángulos distintos”. Porque los individuos, esto es, los hombres y las
mujeres, son agentes de la realidad y no meras presas del determinismo
cultural.
La Historia
no puede ser ya un relato unitario pero tampoco uno fruto de la fragmentación o
el desmigajamiento. ¿Es su condición
la misma del conocimiento científico o “es una aproximación meramente narrativa
al pasado”? Conviene, en cualquier caso, no dejar de distinguir la Historia de
la ficción. No dejarse derrotar por el nihilismo que acaba por ser el
posmodernismo. Aunque no sean absolutas, “las verdades acerca de la Historia
son posibles”. La objetividad del historiador (reacia al mismo tiempo al absolutismo cientificista y al relativismo)
ha de admitir “la imposibilidad de una investigación neutral”. La controversia
inevitable entre historiadores ha de ser equilibrada por el reconocimiento de
“la viabilidad de sistemas estables de conocimiento, que pueden ser
comunicados, completados y probados”.
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