“Los artistas siempre están buscando nuevas partes de sí mismos susceptibles de ser puestas a la venta”, afirma un personaje (la diputada laborista Moira Flynn, hermana del protagonista Campbell Flynn) en la extraordinaria novela del británico Andrew O'Hagan titulada Caledonian Road, publicada en 2024 (un año después en mi idioma).
Elizabeth, la esposa de Campbell
Flynn, se pregunta si “la vida plena y su refinada narración” no sería sino “la
forma literaria británica pura”. La de McEwan, la de Coe, la del propio
O’Hagan, ¿la de Hornby? Caledonian Road, donde se nos recuerda lo que
Ted Hughes dijo que era la poesía: “el frenético afanarse de las
musarañas”. ¿Es el posmodernismo, por cierto, al final, simplemente
“nombrar la emoción en vez de sentirla”?
La
historia, para finalizar, según leemos en Caledonian Road, enseña cosas como que, por ejemplo, lo que protege
los negocios son “la discreción y el
respeto, junto con el paso del tiempo”. Al fin y al cabo, lo que sí aprendemos de forma universal con la historia, no
sólo con la de Gran Bretaña, es que “las rutinas de civismo, los modales de la
sociedad y los hábitos del arte se entrelazan, de vez en cuando, con una
historia de brutalidad”. Lo que no podemos hacer, por cierto, es esperar a que
se acabe el pasado para encontrar las soluciones a las complicaciones humanas.
El arte, la literatura, la poesía y la historia en estos tiempos en los que, como le pasa a un personaje de la novela de O’Hagan, mucha gente tiene opiniones sobre todo, “especialmente sobre las opiniones de los demás”.
[arte de Pierre Bonnard]

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