Eso nos pasa por ver la película Los golfos de Carlos Saura


Vemos la película Los golfos, y lo de menos es que demos por muerto —sí, yo le daba por muerto— a Zarzo, al actor Manolo (¿Manuel o Manolo?) Zarzo. Lo importante es que sabemos que sale nuestro barrio. Y queremos verlo. Y nos ponemos a ¿disfrutar? la peli para no perdernos cada vez que sale nuestro barrio o cualquiera de aquellos barrios de aquel Madrid de extrarradios y miseria opulenta del final de la imbécil autarquía del Invicto por la Gracia de Dios.

Y lo vemos, nuestro barrio. (Nuestro barrio es el de La Chopera, junto a Legazpi y Matadero).


Pero, ¿qué nos pasa mientras vemos hoy, en este ya Tercer Año de la Gran Pandemia, el debut cinematográfico del siempre laureado, apreciado y a veces exitoso (y aún vivo) Carlos Saura? Lo que pasa es que, una vez más, vemos algo de incalculable valor que sólo vale lo que vale como ruina de un pasado ruin. ¿Y eso es poco o es mucho? Me importa un bledo, que diría Manuel Zarzo, digo Clark Gable (al final de una película que estuvo prohibida estúpidamente en la estúpida España de vencidos y aprovechados gobernada por aquel caradura que ganó una guerra sin hacer demasiadas trampas).


La escena final de Los golfos (no es un spoiler, AKA ‘destripamiento’) es la cara en la muerte (¿o es al revés?: es la muerte en la cara…) de un toro. Un toro bravo. Bravo, Carlos, te adelantaste unas cuantas décadas a cuantos han decidido que la tauromaquia ni es un arte ni es un oficio que merezca la pena preservar. Eso, sí, aquel Madrid te quedó impresionante cuando lo rodaste en 1959, un año antes del estreno de esta película que debería de verse con sus instrucciones bien cerquita. Impresionante es una manera de hablar. Pero sí, nos impresiona ver aquel Madrid fuera de las postales, aquel Madrid unos años anterior a los días en que Marga y yo viniéramos al mundo. De unos años antes de ser ella y yo españolitos que veníamos a un mundo del que Dios nos tenía que guardar, un poco. (No nos ha helado aún el corazón ninguna España en esta España de ahora, la de las guerras culturales que son la consecución, en las redes asociales, de aquella guerra interminable).

Manolo Zarzo, que me alegro de que no estés muerto. De verdad. Y qué jovencito y guapo estabas en la película Los golfos, resalao. Eras casi el único actor de verdad que salía en ella, por cierto.

Comentarios

Entradas populares

Los textos incluidos en este blog son propiedad exclusiva de sus autores. Se permite su uso y reproducción, siempre y cuando se respete su integridad, se cite la fuente y su utilización no busque fines comerciales ni implique la obtención de ingresos económicos de cualquier tipo.